«De más nadie seré, sólo de ti. Puede la muerte cubrirme con su fúnebre manto, pero mi alma seguirá temblando al verte. Pues, yo vivo para tenerte. Nada antes de ti, nada después de ti.
Mi vida eres»

El verso olvidado

Laura lo recordó en ese instante, como una centella solitaria que cruza el cielo oscuro y luego cae una ligera llovizna, similar a un manto entristecido, como un cálido día primaveral que se torna un gris preludio de tempestad; así se sentía ella, antes, mucho antes de ese momento, pero justo cuando ya debía dibujar su vagina, alejó el lápiz del papel.

Su dibujo estaba casi perfecto; el delineado del cuerpo, de la cama; cada trazo estaba encajado fotográficamente en el papel. Las finas sombras que daban el pulido relieve de los abundantes doblez del cubrecamas sobre el colchón; la cabeza apoyada en la esquina de una mal ubicada almohada, mientras unos mechones de su cabellera negra expresaban libertad extendidos en cualquier dirección. Su pequeña y sedosa bata de dormir a duras penas lograba cubrir su primaveral cuerpo hasta la expresiva curva de su cadera. Acostada de medio lado, en lo que parecía el disfrute de un corto sueño, el personaje ocultaba sus juveniles y hermosos senos con su brazo derecho sobrepuesto en ellos, mientras sus piernas ligeramente dobladas levantaban el fino encaje al borde de la bata, dejando una delgada y fascinante brecha en la entrepierna donde el lápiz crearía la inquietante vista a la desnuda vagina, pero donde el papel seguía en blanco; el recuerdo de aquel verso frustró por completo esa íntima y delicada intención.

-Vello púbico- Resaltó el profesor Budarte quitándole sutilmente el lápiz a Laura de su mano desde atrás sin que ella se percatara de su llegada; siendo su tono suave y calmado -Leves, finos, no muy abundantes. Que mantengan su expresión juvenil- Exclamó mientras el mismo diseñaba con sobrada fluidez y perfección los vellos púbicos.

-No hay que dibujarle la vagina; el arte y la pornografía son dos pinceles muy diferentes, aunque sean separados por una simple perspectiva ; en su lugar, solo agudizar el oscuro y fino vello en una sutil y pequeña línea que se esconda hacia la seductora imaginación – y justo al terminar esa oscurecida línea que antecedía a la supuesta vagina, le regreso el lápiz a Laura junto a una tenue sonrisa que guardaba su alta profesionalidad.

La verdad es que Laura no había levantado su lápiz por dudar sobre qué diseñar en ese espacio, aunque ciertamente le había parecido un acabado brillante en su dibujo. La duda carcomía a Laura solo por aquel verso que recordó en ese instante, un verso que le dedicó su marido en aquel brindis en la noche de su boda; una noche que había concluido en un apasionado encuentro sexual con sus cuerpos, donde descubrió los placeres y las incalculables sensaciones, pero… había sido una conquista y delirio que lamentablemente desde hace mucho había dejado de sentir, y sin saber el por qué. Se dibujaba en ese papel como ella misma estaba, así de simple y así de sola sobre aquella cama; sin embargo, las apasionantes palabras de su profesor estremecieron lo que parecía un suelo reseco e incluso agrietado dentro de su ser, y como si se hubiera roto un subsuelo que retenía agua, un líquido vigorizante emergió y le dio vida a algo.

-El arte debe ser tal cual como ustedes lo han descubierto- Hablaba el profesor usando el mismo tono calmado, en alto, que lo escucharan todos; solo Laura lo observaba levemente hipnotizada -Porque el no se inventa, está allí- y dedicó una leve mirada a Laura, como dirigiéndose a ella exclusivamente -Cuándo se trata de dibujarse a ustedes mismos, es esa hermosa imperfección del momento, de la visión que tienen, donde logran la exquisitez del arte, donde encuentran su verdadera belleza.

Laura miro una vez más su dibujo, ciertamente le parecía perfecta y hermosa, le fascinó su trabajo y aún más el hecho de que no dibujando exactamente su rostro, el profesor Budarte le había reconocido y le había fascinado también «…hermosa imperfección del momento…» Analizó rápidamente las palabras del profesor. Aunque fuera una mujer y la posición permitiera verle un perfil de la vagina, no debía dibujársela, esa era la belleza perfecta de su dibujo.

La pasión del profesor Budarte era algo habitual que se detallaba en el taller, a pesar de ello, parecía un horizonte casi indetectable cuando se le veía fuera del taller, incluso su manera de hablar contrastaba; parecía querer evitar hablar de arte una vez terminada su jornada laboral. Aunque su tiempo y sus pasos aparentaban estar cronometrados para su siguiente labor, limitándose a un exclusivo y rápido saludo verbal, dejando de lado cualquier contacto humano con sus alumnos o colegas que se cruzaran en su camino.

Laura comenzó a detallarlo en silencio con pasos lejanos e invisibles justo después de aquel tan preciso y fino detalle de su pintura, la apasionante personalidad de Budarte le avivaba <algo> dentro de ella.

Laura no podía dejar de pensar en su profesor de arte, pero a la misma medida recordaba a su marido, su natural esencia de mujer lo extrañaba pero…¡Por Dios! ¿Cuán agobiante puede ser un trabajo? ¿En qué parte de la bella ilusión de amarse encajo yo? Ella estaba allí y su marido no la veía, el esfuerzo de Sergio daba frutos rodeando a Laura de un aura de consentida duquesa, a niveles que los caprichos femeninos le parecían unos aburridos e insípidos clichés. Trabajo, dinero y tiempo para pagar lo que fuera que quisiera pero… ¡Joder! ¿Que alguien me diga? ¿ A quién debo pagar para que mi marido me haga sentir una mujer?

la palabra retumbaba en la cabeza de Laura, estremeciendo su interior femenino, he allí lo que buscaba para definir a su profesor de arte, que nombre por nombre, y acompañado de califícativos desde excelente hasta exquisito entregaba los dibujos a sus respectivos aprendices, quienes regresaban luego a sus mesas de trabajo; sin embargo, Laura no escucho su nombre aún después de haber notado claramente que todos habían recibido sus dibujos.

-Eh…¿Profesor Budarte?- Llamó Laura, alzando a media asta su brazo derecho.

-¿Si, Laura?- Le contestó Budarte , escondiendo tras una peculiar mirada la satisfacción de saber cuál sería la objeción que le haría.

-Disculpe, pero no he recibido mi dibujo.

– Su <<obra >>Laura- Resaltando muy bien el tono al pronunciar la palabra <obra> como calificativo real y digno que merecía tener su trabajo -No le será entregada por el momento- Haciendo una pequeña pausa intencional para forzarla a ese pequeño gesto de intriga antes de exclamar el evidente ¿Por qué? y justo al instante de notarlo, continuó hablando dejándola con los labios entre abiertos y mudos.

-Veréis mis pequeños neófitos del arte – Caminando entre ellos, con la disimulada intención de llegar hasta Laura -Se reconoce la mano del hombre como un poderoso y prodigioso médium de las obras más divinas que podría admirar cualquier ser mortal con la dicha de la consciencia, no obstante … la mano no deja de ser solo un médium -Budarte llegó hasta Laura cogiendo teatralmente su mano derecha y alzándola como un objeto para ser admirado -Porque es… la perfecta conexión de ella con la verdadera fuente de lo divino- La mano izquierda de Budarte a palma abierta simulaba posarse en la parte superior de la cabeza de Laura, haciendo muy evidente la referencia en sus palabras, y en las siguientes comenzó a caminar de nuevo entre sus alumnos hasta llegar a su escritorio -Cuándo esa conexión ocurre a niveles moleculares, es un acorde, una sinfonía indiscutiblemente excitante, hecha para el disfrute y admiración, porque el hombre no tiene la suficiente experiencia para juzgarle. Por eso Laura su obra sera exhibida por decisión unánime de la directiva, en el Salon de Pasajes Prodigiosos.

Una pequeña pero dedicada algarabía emergió instantáneamente en el taller por parte de todos los alumnos. Laura sintió un estallido que podría asimilarse como orgásmico, pero contuvo en un improvisado apretón de labios lo que pudo terminar en un penoso gemido, y en un recatado suspiro sonriente dejó escapar esa gloriosa e inesperada satisfacción.

Ya lo conocía, el Salon de Pasajes Prodigiosos, era donde se exhibían las obras evidentemente más destacadas de los alumnos; aunque silenciosa e internamente se libraba otra competición: La cursante que en el tiempo más corto entre los ocho meses que dura el curso, ha logrado situar allí su obra.

-¡Pero quiero que entiendan algo!- Exclamó Budarte en un tono mas alto, para capturar de nuevo la atención de todos -La inspiración es el combustible para lograr esa sinfonía, que varía con nuestra conexión interior y exterior, con esto digo que Laura tiene las mismas probabilidades de perder esa conexión, que ustedes para conseguirlo -Todos se miraron entre sí, sintieron el aliento, el calor de un respiro para ser muy competitivos -Yo he escuchado que lo divino es divino, porque dura sólo un instante.

Mientras observaba su dibujo, o llamándolo mejor por su respectivo calificativo, su obra; a través del cristal de exhibición, Laura evidentemente estremecida por el sorpresivo logro, intentaba definir realmente ese almíbar en su paladar que emergió de nuevo en el taller ¿Quizás la noticia de qué su dibujo sería exhibido entre los prodigiosos? Quizás… ¿Rebelaba así un oculto talento artístico? No, no era nada de eso, está sensación ya le era familiar y sabía cuál era exactamente. La palabra volvía para estremecer su más profundo ser esa pasión de Budarte, su manera de hablar, su manera de explicar y su … ¡Dios! ¿Se habrá dado cuenta de mi pulso acelerado cuándo me cogió la mano? Pudo haberlo gritado allí mismo, pero la cordura de su fina y púdica postura femenina hizo que fuera solo a través de un gran y silencioso suspiro que drenara la emoción de haber recordado esa sensación.

-Incluso la vitrina pareciera formar parte del tema- Las palabras la estremecieron de dentro hacia afuera, era Budarte detrás de ella.

-¡Dios! tiene el sigilo de un gato para acercarse- Respondió Laura aún ordenando sus tripas en el interior, regalando una sutil sonrisa.

-¡Lo siento! no fue mi intención asustarte – Le sacó una sonrisa, pero el leve silencio siguiente le hizo asumir que ya estaría por irse sin más nada que decir… pero Budarte continuó -Es como si disfrutara esa tranquilidad de estar allí; la seguridad de estar protegida bajo ese cristal.

Le parecía increíble; su tono de voz era tan antónima a como lo conocía en el taller, era como un simple extraño a su lado opinando primitivamente sobre su obra, pero aun así no dejaba de parecerle tan interesante, al contrario, le encantaba aún más.

Laura se dejó caer hacia atrás a lo ancho de su cama luego de acomodar un pomposo cojín justo donde colocaría su cabeza. Dejó escapar un leve suspiro hacia el techo, estaba recién duchada, vestida con su pulcra bata de baño; y allí recordó de nuevo las últimas palabras de Budarte «Yo he escuchado que lo divino es divino, porque solo dura un instante» Quedaba tan intrigada y fascinada al mismo tiempo con lo que él le hacia sentir, como había pulverizado su fondo reseco. Deslizó ambas manos por la abertura central de su bata hasta su vagina, y lentamente abrió sus piernas descubriéndola, observó como si fuera la primera vez que lo hacía. Desde que Budarte dibujó los vellos púbicos en su obra, ella había quedado fascinada; pues así de perfectamente idénticos los tenia ella, incluso la fina y oscurecida línea. Con los dedos índice y medio de ambas manos y como palpando, una dulce sensación se apodero de su cuerpo, excitada y en vos muy baja…

Perfectamente idénticos ¡como si me los hubiera visto!

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