El café de la calle 13

El café de la calle 13

Carla Pérez

26/04/2018

El café de la calle 13

Eran las 9.30h de la mañana en el café de la calle 13, la persiana de color gris subió lentamente y al mismo compás el mecanismo mal engrasado producía un chirrido desagradable. La luz de la calle se colaba entre la vidriera e iluminaba las mesas de madera de roble que acompañaban el local. El primer cliente entraba seguido del sonido de la campana que colgaba de la puerta, se sentó en la mesa más cercana de la máquina de café. Entraron más clientes a lo largo de la mañana, habían algunos que tan solo tomaban un café o un té, otros acompañaban el desayuno con algún dulce, pero todos acababan marchándose. Sin embargo el señor giboso parecía no querer abandonar la cafetería. Una mujer joven entró al ritmo que sus tacones negros marcaron, se quitó las gafas de pasta a conjunto y se acercó a la mesa del señor barbudo.

Parecía que no se conocían demasiado pues había una distancia claramente marcada por carencia de confianza entre ambos. Ella empezó a hablar sin pausa, se manifestaba algo alterada y el color rosado de sus mejillas se asomaba a medida que las palabras bailaban por el local. Le estaba reclamando algo, podía tratarse de una deuda, de un asunto comercial, pero lo que estaba claro es que la mujer no estaba satisfecha y quería algo de aquel hombre al que la mujer llamaba León.

Pasó una media hora y parecía que la situación marchaba más calmada, ella ya estaba más serena y su larga pierna derecha había dejado de estar reposada en su pierna izquierda, eso era señal de que ella se encontraba más cómoda. Helena; así es como el hombre la llamaba, pidió un café cortado descafeinado de sobre con dos azucarillos. Cuando le trajeron la taza vertió el azúcar e hizo tres movimientos circulares con la cucharita que estaba sujeta en su mano izquierda, se podía interpretar que era zurda. Se tomó el café rápidamente, parecía que esperaba ansiosa terminar el contenido de aquella taza de color turquesa y de asa gruesa, el hombre no se pronunció, simplemente la observaba a través de sus gafas Cazal; modelo 285 con graduación. Al quitarse la taza de sus labios rosados por la temperatura del café, le mostró el interior y el hombre se acercó para poder observar detalladamente los posos de café, estos se hallaban agarrándose a la superficie del recipiente para no caer en el olvido del fondo del mismo.

León. 11.30h en el café de la calle 13

Me acerqué la taza para ver la historia que los vacíos y opacos posos de café querían mostrarme. Cuando vi los primeros sentí un escalofrío acariciándome la piel que terminó en mi cuello, haciéndome partícipe de lo que habitaba en la señorita Helena. Tras adentrarme en el aroma, la textura y la memoria de aquel café supe que la Sra. Bordaberry querría saber lo que guardaba su pasado.

Le agarré la mano con fuerza, mi mano cubría la suya ya que esta era pequeña, delicada y de piel blanca. Su mirada estaba perdida, no podía ver sus ojos con claridad pues parecía que el telón se había cerrado como si del final de una función teatral se tratara. Conseguí mostrarle lo que mis ojos habían visto, ahora solo había que poner play y que ella dedujera por si misma que es lo que desde hacía tanto tiempo le atormentaba de su pasado.

Empecé a compartir con ella lo que los posos de café me habían contado.

La noche era oscura y las luces de las escasas farolas parecían estrellas desde el punto de vista de una niña de ocho años. La calle era estrecha y estaba bañada por la lluvia que había aquella noche de invierno, se podía ver a un hombre de mediana edad deambulando con su hija por aquel callejón. Debía ser media noche y no había nadie, hasta que unas luces se acercaron lentamente por detrás de aquel hombre y su hija, a medida que se acercaba se podía ver que eran los faros de un coche; un Chevrolet Camaro de 1967 de color negro. Unos hombres robustos y bastante altos salieron del vehículo y se acercaron, cogieron a la niña y con un pañuelo color blanco la durmieron y la dejaron en la acera mojada. Después de deshacerse de la pequeña cogieron al padre y le hablaron de un club llamado “La Grotta”, le reclamaban algo, pero aquel hombre no parecía dárselo. Después de un forcejeo el hombre con una cicatriz en el ojo derecho le alzó un puñetazo y el hombre cayó al suelo, cogió una pistola y le disparó en el entrecejo. Aquellos hombres empezaron a discutir pues el otro no estaba de acuerdo con lo que acababa de hacer su compañero, después de debatir qué hacían con el cuerpo decidieron cogerlo y meterlo en el maletero del coche. Dejaron a la niña reposada en la calle y se marcharon.

Sra. Helena esto es lo que he podido ver de la noche del 13 de Agosto de 1986, lamento lo que le ocurrió a tu padre. Le empezaron a brotar unas lágrimas que acariciaban su rostro, su garganta se estremeció, le costaba recordar aquella noche pues ella tan solo tenía ocho años cuando aquello ocurrió.

En aquel instante cogió su gabardina color caqui y se borró las lágrimas de su pálido rostro y se levantó de aquella silla de madera a conjunto con la mesa.

Me agradeció mis servicios y se marchó. Yo hice lo mismo y abandoné aquel café.

Pasaron varios meses desde que aquel hombre y aquella mujer se habían reunido en el café de la calle 13. Una mañana de otoño mientras la cafetería estaba en auge, saltó una noticia de última hora. La camarera encendió el sonido de aquel televisor LG que ocupaba la pared más pequeña del local, el titular de la noticia era el siguiente “Detienen a los asesinos del conocido abogado el Sr. Bordaberry”. Un silencio profundo inundó la cafetería, todo el mundo parecía expectante ante aquella noticia, pues cuando hallaron el cadáver nadie sabía quién había podido asesinar a aquel hombre delante de su hija. Durante toda la mañana estuvieron hablando del caso, todos los medios de comunicación decían que los detenidos pertenecían a una mafia italiana establecida en la ciudad desde antaño. Compareció una periodista que iba a terminar con toda la polémica que se había generado. La Sra. Bordaberry era periodista y se había personado para contar toda la verdad. Ella afirmó lo que todos los medios llevaban diciendo durante la mañana, además añadió que la relación que conectaba la mafia italiana con su padre había sido fruto de una investigación que había llevado el mismo por su cuenta, el objetivo era desmantelar la mafia de la ciudad donde él se había criado. Helena agradeció públicamente el apoyo que había recibido desde que la noticia había salido a la luz.

Finalmente ella dijo textualmente “En el café de la calle 13, el día 13 de Mayo de este año descubrí lo que le ocurrió a mi padre el día 13 de Agosto de 1986, puede que sea casualidad pero ahora trece años después se qué fue lo que pasó con mi padre aquella noche de verano”

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