Se dibuja un rayo perpendicular de luz en la costa. No siempre podrás verlo, tienes que buscar la hora y el lugar adecuado. Muchos malgastaron tanto tiempo serpenteando la costa que abandonaron la búsqueda y se asentaron en lugares que les cautivaron. Algunos otros perdieron la vida, arriesgándose en lugares hostiles, donde la visión costera es mucho mas lúcida. A veces, a causa de las ganas de encontrarlo, se dibujara una delgada línea en el horizonte, fruto único de tu imaginación. Cuando veas la autentica, no dudarás. Al observarla, su magia se meterá en tu interior y sacudirá tu corazón de un miedo que solo los locos saben ignorar.

Debes escoger una embarcación, no puede ser un barco grande ya que para llevarlo necesitarías una tripulación, Él percibe las almas débiles, se alimenta de ellas; una vez entrado en sus aguas, se arrojarían todos al mar e intentarían llevarte con ellos. Así que tiene que ser un bote, ligero, pero tampoco pequeño, pues su oleaje es intranquilo, y los brazos de los que fracasaron te empujaran hasta las profundidades. La niebla cubre esas aguas, debes avanzar en el mar de nubes sin perder la calma, tu corazón sabrá hacia donde remar. Verás el peñasco hundido; un pequeño pedrusco que sube verticalmente en forma de corona, con cuatro puntas que solo podrías trepar escalando. Des de la orilla, hasta el nacimiento de la primera punta, hay un sendero que no debes pisar, pues atraerías toda su atención. El sendero conduce hacía una cueva. Tienes que correr hasta arriba lo mas rápido que puedas porque a cada paso que des tendrás mas cerca los muertos de su mar, que solo se les permite caminar sobre esa abrupta roca, e irán a tu caza. No intentes combatirlos porque, por muy diestro que seas morirás de cansancio antes de terminar con todos ellos. Podrás despedazarlos pero seguirán moviéndose a por ti. Limítate a cruzar la entrada de la cueva. La protege un hechizo que evita que los muertos pasen, pues él mismo tendría problemas con sus malditos.

La cueva no es profunda, a unos escasos 10 metros se aprecia la salida. Ante tus pies veras una caída de unos tres metros sobre una carretera de adoquines que flota en el gélido mar. Esta cubierta en los laterales con unos muros mas altos que cualquier hombre. Des de la altura de la cueva, se aprecia el zig-zag de la carretera y como desemboca en una plaza redonda. El mar azota los muros y algunas gotas de agua congelada salpican los adoquines. Ahora la velocidad no te servirá; una vez toques el suelo del «la garganta», caerán del cielo relámpagos, atraídos por tus pisadas, anticipándose a tus movimientos mas predecibles, solo la magia y la habilidad pueden salvarte de éste desafío. El agua y los rayos jugaran juntos, verás cientos de esqueletos carbonizados, o lo poco que quede de ellos. Una vez llegues a la maldita plaza, veras que te están esperando, no te molestes en intercambiar una palabra con el o ella; el medallón triangular que le colgará del cuello representa la servidumbre y lealtad que procesa a Él. Un Cuando te vea, te atacará. Debes derrotarlo sin dejar que te haga ningún corte profundo, nada puede herirte en exceso, pues necesitas toda tu fuerza y tu salud para entrar en «el hogar». Una vez muerto debes colocarte su armadura, ya que ésta es la única forma de salir vivo cuando cruces la entrada. Verás ante ti tres cabezas de dragones, petrificadas y gigantes, con la mandíbula abierta de tal forma que cualquier humano puede entrar caminando por todas ellas. Una de las cabezas tiene dientes afilados y grandes como mandobles, otra carece de dientes pero se aprecia su lengua afilada en el interior, mientras que la ultima, todo y tener la boca abierta, tiene el paso bloqueado por su dentadura, que cubre como un muro la entrada. Deberás escoger bien, pues solo una de ellas te conducirá hasta él. Cuando pises el interior, unos brazos de energía de un azul pálido envolverán tu cuerpo. Te harán recordar los momentos mas cálidos y felices de tu vida para luego sumirte en el frió de los lamentos y los miedos que acechan a tu alma. Recuerdo no haber sufrido tanto en mi vida, los brazos empiezan a tirar de ti. Ví como me precipitaba hacia la lengua puntiaguda de ese antiguo dragón a una velocidad impresionante. La lengua perforó mi alma, también la armadura del sirviente e incluso la mía; mis ropas y la lengua estallaron. Me sentí desnudo y herido, jamás mi cuerpo había albergado tanto dolor. El estomago rugía y sangraba hasta que el movimiento se detuvo.

Estaba dentro. La cueva tiene un triangulo en lo alto de la pared y deja pasar la luz, que enfoca a la entrada, justo donde me encontraba. Aquella luz cegadora no me dejaba ver nada, salí del enfoque, aturdido por el dolor y la ceguera. Mis ojos recuperaron poco a poco la visión con la cabeza agachada, huyendo de la luz. El suelo estaba lleno de cofres, cajas, collares, armaduras… todo tipo de tesoros. Mas allá crecían unos escasos 7 escalones que daban al trono, su trono. El lugar estaba rodeado de antorchas, todas ellas con soportes de un metal viejo y sucio. No se aprecia lo que hay mas allá, tal vez aquello solo es una pequeña parte de su hogar y esconde muchos misterios pero eso me daba igual. Lo buscaba a Él, pero no estaba en su trono. Sobresaltado, empuñe con fuerza mi espada y di una vuelta sobre mi mismo. No lo encontré. Encendí mi espada de fuego para prepararme ante un ataque inminente y me puse en guardia, estaba exhausto, mi respiración cansada retumbaba y se repetía por las paredes de aquella gélida cueva. Entonces, escuche una carcajada. Lo vi, por primera vez, estirado en las escaleras apoyando la espalda en un gran cofre de madera, riéndose. Se incorporó. Sus ropajes eran de cuero negro, su piel de un azul oscuro. Era dos cabezas mas alto que el humano mas grande que había visto en mi vida. Tenía la cabeza rapada salvo una gran y puntiaguda cresta que le nacía en la frente y moría en la nuca. » Enhorabuena, me dijo, has demostrado ser bravo y feroz. Tu inteligencia se equipara a tu fuerza. Estoy muy sorprendido». Sabía que solo con oír su voz él era capaz de hechizarme así que cargué blandiendo mi llameante espada gritando para coger fuerzas y así no oír sus palabras. Cuando estuve lo suficiente cerca de él, le asesté un golpe des de arriba a su cuello, luego una estocada a su corazón. Ninguno de esos ataques le tocaron, me oyes chico, su magia es tan poderosa que todo lo que intentas hacerle no se lleva a cabo. Mis brazos no se movían, seguían con la espada en alto, pero no me obedecían; quería atacarle, le gritaba a mis brazos, pensaba mis movimientos pero todo seguía igual. Deje caer la espada y me retiré unos pasos para atrás. Él seguía riendo. Caí de rodillas al suelo, no podía mas, el aire era denso y escaso. Estaba derrotado. » No puedes vencerme, al menos aquí. Algún día alguien terminará conmigo, como hice yo con el anterior, pero no será hoy. Al dios no le importa quien guarda su trono, solo quiero que se haga bien». Buscó en el interior del cofre y sacó un medallón triangular. » Tienes dos opciones» empezó el guardián. » Te aseguro que esta no, conteste, no seré tu siervo». » Escoge pues, algo de esta sala, luego te devolveré a la costa. Pero recuerda, todo tiene un precio, serás un eterno seguidor de Gerkhul, igual que yo. Además me cobraré una propina por las molestias». Se acercó a mi, colocó la palma de su mano en mi frente y susurró una frase que a día de hoy resuena en mi interior cuando el silencio invade los salones. Un ardor se apoderó de mi cabeza y a fuego quedó grabado la insignia de nuestro dios. Cuando me recuperé, escogí de aquellos tesoros un anillo que me protege de la muerte por vejez y por enfermedad. El anillo esta unido a mi cuerpo igual que mi alma a Dios.

El ciego terminó de hablar y se quedó en silencio, agarrando con una mano la jarra mientras acariciaba, con la otra, su anillo.

El tabernero pasaba por ahí, » no hagáis caso a este viejo ciego, está loco, lo que tiene en la frente se lo hizo cuando se cayó por las escaleras. Vamos viejo, no me asustes a la clientela, vete a beber a otro sitio». Lo levantó por el brazo y lo acompañó a otra mesa entre maldiciones e insultos. Terminé mi cerveza con la mirada perdida en la ventana, observando el mar y la delgada línea del horizonte.

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