Todo y Nada

En el origen sólo existía Todo.

Todo era feliz. Lo sabía todo y al mismo tiempo no pensaba en nada. Estaba absolutamente en paz. Vagaba de un lado para otro, corría, paraba. Se sentaba, se tumbaba, se estiraba y se volvía a levantar. No se preocupaba por nada ni tenía remotamente nada que hacer. Simplemente era.

Todo no tenía forma definida, ni la necesitaba, puesto que no había nada que tocar, ni que pisar. Tampoco tenía ojos, ni boca, pero no le hacían falta, ya que no había nada que ver, ni que comer.

Todo transcurría sin cambios, el tiempo no existía. Todo era eterno.

De pronto un día, Todo cambió. Se dio cuenta de que Nada lo rodeaba y, entonces, sintió algo que nunca había sentido: miedo.

Perplejo aún, Todo supo que no estaba sólo como había pensado, Nada también estaba allí. Cuando él se movía, Nada lo imitaba, ocupando el lugar donde antes estaba Todo.

Preso del pánico, Todo intentó huir, pero fuera a donde fuese, Nada lo acompañaba, como la sombra a la luz.

Aceleró para escaparse aún más rápido, pero Nada seguía allí.

Exhausto y tembloroso, se sentó. Mientras recuperaba la calma, pensó: “¿Qué es Nada? ¿Por qué me da tanto miedo que esté ahí?”. Poco a poco el miedo fue tornando en curiosidad. Entonces Todo intentó tocar a Nada, pero, al estirarse para alcanzarla, Nada se adaptaba a su forma envolviéndolo.

Curioso. Nada era como un fluido que Todo atravesaba. Todo estaba sumergido en Nada, siempre lo había estado ¿no?, pero no sabía lo que era Nada. ¿Acaso sabía lo que era él?

En vez de encontrar respuestas, Todo tenía cada vez más dudas. Estaba confuso y cansado y no sabía cómo actuar, así que se quedo quieto, muy quieto e hizo algo que nunca había hecho: se durmió, sumiéndose en un profundo sueño.

Claro está, soñó. Soñó que había un universo plagado de estrellas que caían. Caían y caían y, de pronto, se detuvieron y quedaron flotando, con sus brillos sobre la oscuridad.

Lentamente unas estrellas comenzaron a acercarse a otras, las más pequeñas a las más grandes, las que más se parecían entre sí, las que estaban solas con las que ya habían empezado a formar grupos y estos, a su vez, con grupos de mayor tamaño.

Aunque, igual que se acercaban, se alejaban. Si el grupo era muy numeroso o no estaban a gusto, si pasaban cerca de otra estrella que las atrajera más…

Otras seguían solas.

El movimiento de las brillantes estrellas se convirtió en una hermosa danza donde todo cambiaba todo el rato. Las estrellas bailaban en el universo siguiendo el compás en pareja, solas o en grupo.

Ya completamente instaurada la danza, una estrella despistada, en un cambio de pareja, chocó contra otra y, al ser más pequeña, se partió en mil pedazos. Sólo algunas estrellas cercanas se dieron cuenta de lo ocurrido, el restó nunca lo supo. La danza del universo continuó sin alterar su compás.

Los pedacitos del astro se esparcieron y siguieron desperdigándose hasta olvidar que en algún momento estuvieron unidos. El recuerdo perdido de la estrella se convirtió en un agujero negro que arrastraba todo aquello que estaba cerca al olvido.

El tiempo fue pasando, llevándose consigo lo sucedido, y las estrellas dejando de acercarse al lugar del accidente. De modo que este quedó deshabitado y cubierto de un halo de misteriosa oscuridad.

Eones de compases después, una estrella, que no sabía si quería danzar, pasó cerca de la zona y se sintió enormemente atraída por la llamada de su frío silencio. Separándose del resto, se adentró en la oscuridad. Mientras más se acercaba la estrella al fondo de la negrura, más sentía que estaba a punto de descubrir algo importante. Al mismo tiempo, notaba que estaba olvidando otras cosas, tal vez, igual de importantes.

La curiosidad pudo al miedo, de nuevo, y la estrella siguió avanzando hasta llegar al agujero negro. La atracción era tan poderosa que no pudo resistirse a ser arrastrada y tragada por él.

En el instante exacto en que atravesaba el vórtice, dirigiéndose a la más absoluta oscuridad, sintió como una gran cantidad de energía la embargaba. Todo cobraba sentido. Todo se despejaba y, al mismo tiempo, se llenaba. Increíblemente, recordó la colisión de la estrella, que dió lugar al agujero negro, aunque no había estado allí, recordó el inicio de la danza, la caída de las estrellas e incluso recordó que todo era un sueño de Todo.

Sumida en todo este conocimiento la estrella comprendió que no tenía por qué danzar, sólo era un sueño y, entonces, se liberó. Toda la energía que la colapsaba se propagó como una onda expansiva y siguió extendiéndose en todas direcciones.

Los elementos que la componían comenzaron a unirse y mezclarse formando nubes de gas y materiales rocosos, que dieron lugar al nacimiento de los planetas, las estrellas, los asteroides, las nebulosas, etc. De ella brotaron todos los astros, cuerpos celestes y otras formaciones que dieron origen a un nuevo universo.

En este, las estrellas más cercanas se agruparon en galaxias. Algunas como la Vía Láctea, conteniendo miles de sistemas, como el Solar, compuesto por 8 planetas. Estos no tienen luz propia, sino que reflejan la del Sol, la gran estrella alrededor de la cual giran.

El tercer planeta más cercano al Sol es la Tierra, que está compuesta en su mayor parte por agua, dentro de la cual los elementos sueltos empiezan a unirse dando lugar a los primeros organismos. Estos se van desarrollando, multiplicándose y evolucionando hacia formas más complejas: los seres vivos.

Animales y plantas pueblan la Tierra, pero la evolución no ha hecho más que empezar.

La primera especie en habitar el planeta son los dinosaurios. Estos salvajes depredadores de enormes dimensiones, se extinguen al colisionar un meteorito gigante contra la Tierra.

Transcurrido mucho tiempo de su desaparición, la vida se alza de nuevo. Nuevos ecosistemas, nuevos seres vivos. El cambio continúa.

En la lucha por la supervivencia y la expansión de los seres vivos, una especie lleva la ventaja: el mono.

De aquí en adelante hay muchas teorías. Creacionismo, darwinismo, mutacionismo, marcianos… Lo cierto es que no está claro y , en parte eso es lo que nos convierte en lo que somos.

Lo que viene ahora todos lo conocemos: la historia del ser humano. Al menos la que se ha descubierto y transmitido.

El presente… Algunos lo viven, otros lo contemplan. Todos tenemos nuestra propia concepción de la realidad.

¿El final de la historia? No lo sé. Todavía sigo aquí, como tú, viviendo el sueño de Todo.

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