Hola cariño, hace ya tiempo que vengo aquí, como cada mes, a hablar contigo. Me siento, cada mes, contigo, en este banco y miramos el atardecer haga frío o calor, esté despejado o llueva. Como cada mes me siento aquí contigo y nos quedamos mirando a las nubes pasar. Te echo de menos. Te echo tantísimo de menos… Cada día que pasa te echo más de menos… Parece que hubieran puesto este banco para nosotros, para que nos sentásemos aquí cada mes a ver morir el día reflejado en tus ojos… Marrones… ¿Verdes…? 58 años en los que, cada mes, encontrábamos un rato para venir aquí, a estrangular el tiempo agarrándolo bien fuerte con nuestras manos juntas, hace ya… ¿63 años de la primera vez en la que te encontré aquí sentada? Desde aquel día cada mes tú, yo y nuestros corazones hemos tenido una cita obligada aquí… Jamás podré dejar de añorarte, y siento esto como algo que crece en mi interior, como una semilla que cayó en mi pecho el día que te marchaste y que desde aquel día, desde hace 5 fríos años, 20 inviernos, 60 noviembres, 1811 noches, interminables segundos… no ha dejado de echar raíces en mi interior, drenándome poco a poco la vida, llevándosela contigo… Los niños lo llevan bien, cada vez se les nota menos tu ausencia, cada vez me repiten más a menudo que no vas a volver, y que parezco un viejo loco viniendo cada mes a sentarme durante toda la tarde en este banco, solo; lo que ellos no saben, ni sabrán jamás, es que no estoy solo, que vengo a hablar contigo, a recordar cada rasgo de tu cara, cada arruga de tu rostro y cada sonrisa que me regalaste… Parece mentira que ya no estés ¿Eh?, que ya no me llames viejo loco cada vez que comienzo a hablar de poesía, de ciencia, que no sonrías cada vez que oigas los versos que escriben estas manos temblorosas, que ya no sean tus ronquidos los que me despierten a mitad de la noche y me hagan gruñir hasta que vuelvo a dormirme. Al menos sé que ya estás bien, que esa mierda no te volverá a molestar más, que estarás bailando, otra vez. El sol comienza a bajar y las nubes se alejan… Recuerdo incluso el día en que tu sonrisa me atrapó, y como un tropiezo hizo que tu risa me hechizara, recuerdo los primeros versos que te escribí, y como te gustaba que te los leyera poniéndome teatrero. En aquel entonces todo era distinto, en esos años el amor existía de verdad, y quizá nuestra historia no haya estado bañada en lujos, o en salud, pero descuida, que nosotros nos encargamos de ahogarla en ríos de felicidad y torrentes de amor… Veo este cielo ámbar y recuerdo cada beso que te di bajo esta misma luz, y como de secos están mis labios… porque mis ojos decidieron, desde aquel día, malgastar cada gota de mí en lágrimas… Es curioso lo rápido que pasa el tiempo, como las hojas que empiezan caer de los árboles desaparecerán en unos días para dejar paso a otras nuevas, verdes, radiantes, supongo que así es como funciona esto, hojas que caen para ver a otras nacer. El mundo no deja de cambiar, y se va al traste, ya sabes lo que te decía cada día al oír las noticias, se nos va a la mierda, y como te reías y me llamabas viejo loco… Aquellas arrugas de tus ojos… si no te rieras tanto de todo… Recuerdo cada vez que me mirabas sonriendo mientras te contaba una de mis historias sobre el cuerpo, mi fascinación, como todos los pequeños engranajes del organismo giraban y giraban en perfecta armonía, como te reías y decías que estaba todo muy mal hecho, que se rompía muy fácil, y a ti se te rompió lo que nunca debió de romperse… Al principio solo se te caían los vasos, ¿te acuerdas?, siempre bromeábamos con que, entre tu pulso y el mío, podríamos robar en cualquier sitio sin que nos descubrieran… después te tropezaste… y luego otra vez… a los 2 meses te cansabas mucho cuando veníamos hasta aquí… fuimos al médico esperando cualquier tontería y mira, ahí estaba esa mierda, esperando que la encontrásemos… no había tratamiento… al año no podías andar, pero qué más daba aquello si podías seguir riendo cada vez que hacía alguna tontería, si podíamos seguir viniendo aquí cada mes aunque fuese trayendo la silla de ruedas y poniéndola al lado del banco, si podías seguir mirándome con esos ojos, si podías seguir dándome la mano, sin fuerza… al año y medio tenía que ayudarte cada vez que querías levantar los brazos… a los 2 años, una mañana, se marchó tu sonrisa para anidar en mi boca, porque sabía que cada vez que me veías sonreír tú lo hacías también detrás de esa boca dormida, pero tus ojos me seguían mirando, ese brillo seguía ahí, como el primer día… a los 2 años, 3 meses y 14 días, te marchaste, mientras te sujetaba la mano en aquella habitación de hospital y miraba tus ojos, hasta que tu pupila se agrandó tanto que tu ojo se volvió negro, y mi alegría, para no desentonar, se vistió del mismo color y aún hoy, 5 años después, no se ha quitado el luto. Tengo algo que contarte, ¿recuerdas aquello que te conté? Si, aquello de que se me olvidaba lo que iba a hacer y muchas veces me quedaba un poco ido (prefiero llamarlo pensativo), bueno, pues la niña se empeñó en que fuese al médico, y para que me dejase en paz le hice caso y fui unos días después de que viniese a verte el mes pasado, me hicieron bastantes pruebas… Alzheimer, ¿irónico, verdad? El hombre que te podía indicar a dedo el recorrido de cualquier nervio y de cualquier vena, pero que últimamente se olvidaba de cuál era el autobús que le llevaba a casa… Dicen que ya está muy avanzado, pero no pienso rendirme por no acordarme de algunas tonterías, recuerdo cada centímetro de tu cuerpo, cada mechón de tu pelo neg… castaño y de tus ojos… verdes… si, no puedo olvidarme de eso… Se está haciendo de noche y las estrellas comienzan a asomar, como cada noche en la que jugábamos a imaginar figuras y a inventar constelaciones, a buscar aquella estrella que te regalé… No sé si te lo conté, dicen que muchas de las estrellas que vemos en el cielo, en realidad están muertas, y que su luz es solo el resquicio de aquella que emitieron una vez y que nos llega con retardo, supongo que todos somos estrellas, damos luz hasta el día que desaparecemos, pero nuestra luz continúa durante un tiempo en la memoria de los demás, hasta que un día, miras al cielo, y ya no encuentras ese punto blanco. Yo ruego que tu luz me dure hasta que se apague la mía, tan solo pido eso. Te reirías de mí si te contara esto… Pero hay veces que no recuerdo donde está nuestra casa y… lo paso mal… ya sabes que nunca me gustó tener que preguntar a los demás donde están las cosas… Supongo que al final me volveré un viejo loco, si es que acaso no lo estoy ya… mírame, acariciando un pequeño árbol mientras hablo con sus ramas… si no te hubieras empeñado en que plantara un árbol con tus cenizas junto a nuestro banco… Aunque te prometí que lo haría y que mis cenizas serían las siguientes que descansarían entre sus raíces… Tengo ganas de volver a verte, de volver a abrazarte, de que vuelvas a reírte de mí, con mi suerte seguro que me tropiezo al entrar al cielo o me confundo de planta al subir en ascensor… sabes que soy un vago, no subía a nuestro 3º por las escaleras voy a subir hasta ahí arriba… ay… me habrías llamado idiota y te habrías reído si hubieras oído esto… Te echo de menos, mi estrella… pero tu luz sigue guiando a este navegante aunque las tinieblas nublen cada vez más su cordura… te encantaba que hablase tan “poético”… Ya veo la Luna, y no, no hagas la broma, no hablo de nuestra hija, hablo de la del cielo… creo que va siendo hora de volver a casa… espero… Volveré a verte el mes que viene, mi amor, te lo prometo… Puede que olvide mi nombre, que olvide el tuyo, que olvide a los niños, a nuestros nietos, el color de tus ojos, de tu pelo, nuestra casa, nuestra vida juntos, nuestra boda, pero seguiré viniendo cada mes, aun sin saber el motivo, a encontrarme contigo bajo las estrellas, seguiré conservando tu luz en mi cielo hasta que este se desmorone… Tengo que ser sincero… no creo que venga a verte el mes que viene… les oí hablar de una residencia… pero no pueden hacer eso… no pueden alejarme de ti… Es curioso, como este mirador que hacía estremecerse a mi vértigo ahora me parece tan solo un escalón para llegar hasta ti, un escalón para volver a rozar tu rostro y que ni el tiempo, ni la enfermedad me vuelvan a separar de ti; como, cuanto más me acerco al borde, más recuerdo tu cara, cuanto más avanzo hacia el final, más se me aclara tu recuerdo, ya veo tus ojos, quizá si me acerco un poco más… ¡Lo tengo!, ¡Lo sabía!, ¡Sabía que eran…!
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