Qué tranquilidad. El silencio inunda mi habitación. La calma invade mis sentidos. Solo oigo el revoloteo de un pequeño gorrión buscando algo que llevarse a la boca. Siento que por fin he encontrado la paz conmigo misma al haberme deshecho de mis demonios. Hace 7 meses que sufro bullying en el instituto y ésta es mi historia.

Siempre he sido una chica tímida a la que le ha costado hacer amigos, así que simplemente me centro en pasar desapercibida. En el último año de instituto me tocó compartir la clase con un grupo de chicas repetidoras. Inicialmente intenté no prestarles mucha atención, así que fueron ellas las que se acercaron a mí. Nos presentamos. La más alta, Lucía, una chica de pelo rizado, castaño, no dejaba de sonreír; a su lado se encontraba Elena, un poco más bajita y bastante agradable. Recuerdo pensar que parecía una modelo, con su piel de porcelana, su figura esbelta y sus piernas interminables; la tercera, una rubia no muy femenina era Lorena; y finalmente, estaba Sara, una chica pelirroja con abundantes pecas en la cara.

Al principio todo iba bien, las clases transcurrían con normalidad. Los profesores explicaban, nosotros escuchábamos. Los chicos hacían sus gracias, las chicas las reían. Éramos una clase como otra cualquiera.

Un día, en clase de matemáticas, anunciaron la fecha de nuestro primer examen. Los nervios invadieron la clase, la gente cuchicheaba y alegaba que era demasiado pronto para dicha prueba. En general, las matemáticas era una asignatura que a pocos gustaba, sin embargo, desde bien pequeña se me dieron bien, así que me limité a observar la discusión. Por supuesto, el examen se celebró el día indicado, y como no era de extrañar, la mitad suspendieron, entre ellos, las cuatro chicas repetidoras.

Cuando sonó la campana que daba por finalizada la clase, Lucía y Elena se acercaron a mí, seguidas de las otras dos amigas. Me preguntaron por mi nota, y yo respondí sinceramente: 9,75. Sus caras expresaban sorpresa, aunque pude observar un atisbo de rabia en Lorena. Sara miraba de reojo a su amiga, que no parecía estar contenta. Lucía y Elena me felicitaron y halagaron mi inteligencia. En ese momento, mi corazón dio un vuelco. Alguien había reconocido mis esfuerzos.

Rápidamente, se acercó el siguiente examen. Cuando entramos en clase, Sara me ofreció un sitio cerca de ella y las otras. Entonces no me di cuenta, pero pronto empecé a cerciorarme de que me miraban de soslayo. Mejor dicho, miraban lo que estaba escribiendo. Lorena me lanzó un papel. Los nervios se apoderaron de mí. Lo abrí: Respuestas Me quedé paralizada. Deposité la nota dentro del bolsillo interior de mi vaquero y seguí resolviendo los ejercicios. Al cabo de cinco minutos, recibí un segundo papel: ¿RESPUESTAS? , que escondí de nuevo en el mismo lugar que el anterior. Aprovechando que el profesor se había girado hacia la pizarra, Lorena me miró y me susurró que se acababa el tiempo, que le escribiera ya las putas respuestas. En aquel momento me sentí presionada y asustada, así que me quedé callada mirando fijamente mi hoja. De repente, mi examen acabado fue intercambiado por uno en blanco. Había sido esa chica de nuevo. A continuación, se levantó y entregó el que era mi examen. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Me sentí perdida, sin saber cómo reaccionar. Y cuando por fin, me dispuse a volver a realizar los ejercicios, la campana anunció el final. No me podía creer lo que había pasado. Entregué la hoja, y me fui a casa sin detenerme ni un instante, pues mis lágrimas caían sin cesar.

Al día siguiente, con las ideas más claras, decidí contarle a Santi, mi profesor de mates, lo que había ocurrido. Éste, pensó que la mejor idea era llamar a Lorena y pedirle explicaciones. Así fue como me vi envuelta en mi primer conflicto. Mi compañera llegó enseguida y parecía cabreada. Cerró la puerta y me dirigio una mirada asesina. Yo agaché la cabeza, y me agarré las manos intentando evitar que se dieran cuenta de mis temblores. Santiago informó a Lorena del cambio de notas en su examen, que se reducía a 0, acompañado de una falta disciplinaria. Y así, el profesor se levantó y salio del aula. Nada más salir, Lorena se abalanzó sobre mí y, agarrando con fuerza mi pelo, me adviritio del error garrafal que acababa de cometer.

Las semanas pasaban, y cada vez se hacían más pesadas. Paulatinamente, mis compañeros se iban alejando de mí. Ya no se trataba de pasar desapercibida, sino de que me sentía totalmente aislada. Mientras me dirigía a mi siguiente clase, Lucía pasó por mi lado, me metió la mano en el bolsillo de mi chaqueta y se fue deprisa. En aquel momento pensé que se trataba de otra de sus bromas, pero me encontré con una nota doblada. Cuando la abrí, me quedé sin palabras y las lágrimas volvieron a brotar. La nota decía así: Ten cuidado, Lorena se ha encargado de decirles a todos que no quieres ayudar a una pandilla de inútiles como nosotros y que si no interactúas con la clase es porque no se merecen tu atención. Sinceramente creo que es mentira y por eso te escribo. Cuando acaben las clases te espero en el gimnasio, vigila que no te sigan.

Por primera vez en mi vida me sentí respaldada por alguien. Sentí que no estaba todo perdido y que había una luz al final de este horrible túnel. Sentí que tenía una amiga.

Una vez finalizada la última clase me dirigí al lugar acordado. El gimnasio estaba abierto, así que entré , y una vez dentro la puerta se cerró de sopetón a mis espaldas. Me giré instintivamente y el terror se apoderó de mí, pues no estábamos solas en aquel lugar. Lorena estaba de pie bloqueando la salida, con los brazos cruzados y una media sonrisa dibujada en el rostro; sentada en los escalones que daban al escenario se encontraba Sara, que se incorporó reaccionando a un movimiento de cabeza de su amiga; y finalmente, en el centro de la sala, estaba Lucía.

Lo que sucedió aquel día no desaparecerá jamás de mi memoria. Recuerdo el miedo que sentí. También recuerdo la cara de la que pensaba que era mi única amiga. Su cara de dolor y de culpa. Una cara que jamás pensé que vería. Y por supuesto recuerdo como se abalanzaron a mi las otras dos chicas. Empecé a sentir sus puños golpeando mi estómago, mi pecho y mi cara. Cuando se cansaron me tiraron al suelo y comenzaron a arrancarme la ropa. Entonces, mis gritos de desesperación se vieron interrumpidos por una imagen desgarradora. Mi amiga. O mejor dicho, la que se hizo pasar por mi amiga. La que me había engañado. La que había jugado con mis sentimientos. Ella. Estaba grabando todo lo que estaba sucediendo. ¿ Por qué a mí? ¿ Por qué tanto odio? En aquel momento dejé de sentir los golpes. Dejé de sentir la vergüenza. Dejé de sentir y me limité a esperar a que aquella pesadilla terminara. Pero eso, solo fue el comienzo de un sinfín de burlas y risas. Me habían grabado desnuda y golpeada y habían colgado el vídeo en todas las redes sociales. Cuando vi aquel vídeo, un oscuro sentimiento se apoderó de mí. Sentía el calor recorriendo todo mi cuerpo, una rabia que jamás había sentido con semejante fuerza latiendo en mi interior. Mi mente ya no podía reprimirse más, reclamaba venganza.

Y así fue como la llevé a cabo. Como esperé escondida en la salida del instituto. Como las seguí, esperando el momento en que se quedaran solas. Como me lancé hacia Lorena agarrándola del pelo y lanzándola con todas mis fuerzas al suelo. Como me puse encima suyo y comencé a golpear su cabeza contra el asfalto hasta que su pelo rubio se tiñó del rojo de su sangre. Una de ellas, Sara, hizo un amago de detenerme, pero retrocedió cuando vio el cuchillo que escondía en mi bolsillo. Antes de seguir, le pedí a Elena que se marchara, que no tenía nada que ver con ella y no soportaba la idea de que alguien inocente se viera envuelto en aquella situación tan violenta. Y así, cuando ésta se hubo marchado, saqué mi móvil y se lo arrojé a Lucía: Graba. La chica se quedó inmóvil. Su cara estaba descompuesta y su cuerpo no respondía. ¡ Graba, he dicho! Así, activó el modo cámara y comenzó a grabar como apuñalaba repetidamente la garganta y el pecho de aquella chica pelirroja.

Que tranquilidad. Mi mente está ahora en paz. La calma invade mis sentidos. El pequeño gorrión se ha marchado ya dando paso al estridente sonido de las sirenas de la policía.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS