Estábamos en la sala de la casa en donde vivíamos, a mi corta edad, indefenso opté por preguntarle: ¿Quiénes son ellos?, ella: «Son amigos, no te harán daño», yo: «¿Lo prometes?, ella asintió con la cabeza sin embargo hay promesas que no siempre se cumplen; Los sueños y pesadillas me visitaban cada vez más a menudo, en aquella época yo estaba en el nido, recuerdo todo claramente y difícilmente las heridas se olvidan de un día para otro o de un decenio para otro. El episodio en que me dejaron en la escuela, lloré como muchos niños que conservan el maldito síntoma de apego emocional, pensé que me abandonaría para siempre a mi suerte, pero seguramente muchos se sentirán identificados con ésto, ¡yo no!, cuando estaba en mi primera clase con los otros niños cada uno en su sillita de colores, ellos me decían mira a esa niña que tiene el cabello recogido con su vincha violeta y que se mueve inquieta en su silla algo coqueta, luego me decían: «Mira a ese niño, si si se llama Miguelito sentado en su silla verde abriendo su lonchera que justamente su madre habría preparado con tanto esmero mientras él devoraba el contenido; En ese momento volví la mirada hacia mi propia mesa de trabajo o como la profesora le llamaba, me di cuenta que tenía dos compañeros, un niño y una niña, el niño era un matoncito y la niña era una niña sumisa, se notaba que era de un pueblo cercano a la ciudad, el niño empezó a molestarla y a tortularla con pellizcos mientras ella se quejaba asi en silencio, a lo cual ellos me decían sigue observando la escena, no intervengas, es sublime que lo hagas mientras yo veía cada detalle de sufrimiento en su rostro, ahora que lo recuerdo siento un sufrimiento por muchas razones, porque no pude hacer nada en ese entonces, porque no sabía lo que pasaba y no era consciente y la influencia y adiestramiento de ellos me seguía a todas partes mientras fui su prisionero. Heridas que siguen abiertas… y ellos aun me acompañan.

En esa misma época hubo una actuación por el día del niño, recuerdo que mi mamá en su afán por serlo me compró o tejió un disfraz de un duende rojo, estaba en el nido yo todo de rojo, con mi gorrito rojo y una barba falsa hecha de algodón blanco que me colgaba por debajo de la nariz, era la primera vez que estaba en un evento similar rodeado de los otros niños de la clase, así que los vi llegar uno a uno, recuerdo que estaban disfrazados de «Batman», «Superman» y otros superhéroes que supongo han de conocer pero no quiero hacer una lista interminable, así que comenzó la actuación, ese día no vino nadie de mi familia, asumo que estaban en sus respectivos trabajos, así que ellos me acompañaron como siempre, nisiquiera tenía que pedírselos, salió una poesía a cargo de una niña que tenía temor para leer el poema y cuando se animó y dejó de llorar se convirtió en otra persona un poco más suelta, aunque suelta no sería la palabra, yo diría adiestrada por sus padres o tal vez por alguien más, así como yo lo estaba siendo por ellos, cuando empezó a recitar aquellos versos previamente escogidos por sus mentores el tono de su voz cambió con ese tono poético malentonado que siempre he detestado y muchos «poetas» no dejan de imitar, creo que lo odié más ya que sabía que era un aprendizaje y no era algo auténtico, de esa autenticidad que sale del alma, espontáneamente, aplausos y más aplausos, luego dieron pase a un número de baile de los niños del aula contigua, recuerdo que mi salón éramos los conejitos, el otro salón eran los ositos, ellos me decían que era ridículo, aunque para mi eso era tierno, pero qué importaba en ese momento ya que no podía expresar mis ideas, ellos querían eliminar a uno de esos niños de los que estaban bailando, sigo sin saber por qué lo deseaban tanto, a mi me producía simpatía, pero hay decisiones en la vida que no dependen de uno, al menos en ese momento lo creía así, ¿que podía hacer en contra de ellos? era un niño, uno simplemente diferente, con un coeficiente intelectual muy alto, que ya no le importaba hacer bolitas de papel de colores, sino que prefería disfrutar de óperas, leer, planificar, analizar y evaluar la mejor forma de interactuar para con los adultos y con los compañeros para obtener algo; Me instaron a salir de aquel espacio de sillas del tumulto y me condujeron por la zona actoral, para esto no hay vigilantes, ni nadie que controlase que estaba pensando un niño de 6 años, todos tenían algo que hacer, tanto las madres, los profesores, los propios niños jugando inmersos en sus mundos, ya que cada mentecita tiene un ego gigantesco, suele ocurrir con la mayoría de personas y no los culpo ellos no tenían mentores permanentes consigo, estaba él jugando con su sombrero marrón de vaquero en la mesa detrás del escenario, y yo lo observaba desde un rincón imperceptible mimetizado con el ambiente colorido entre sedas y algodones, entre niños que corrían, saltaban, otros lloraban, otros como él jugaban, y ellos también lo observaban y me decían cosas de lo que tenía que hacer, a veces quisiera retroceder el tiempo pero cuando lo hago es para ser un simple contemplador de la situación, ¿qué podía hacer? si ni siquiera era consciente de mi mismo y me lleno de rabia, tristeza, frustración de cómo le pudieron hacer eso a dos niños que no querían hacer otra cosa más que jugar inocentemente. Pero la vida no se escoge, no cuando estas supeditado a los designios de tus padres, cuando me vio se llenó de alegría, no se la razón, ¿Acaso sabría que habría llegado el ángel de su muerte?, esa que de alguna forma sabía que estaba destinada para él, corrió entonces para abrazarme, aquella escena en la que el vaquero fuerte abraza al duendecito rojo, mientras el pequeño rojizuelo, quedó impactado por aquella muestra de afecto inesperada se le quedó grabada la ternura, la inocencia, la culpa, la tristeza, el llanto, la melancolía y el arrepentimiento de haberle hecho caso a las voces, el vaquero de mirada profunda, sonrisa cálida y brazos fuertes quedará grabado en mi recuerdo y el eterno arrepentimiento de aquel día y su infortunio.

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