Muchas veces me he preguntado si pertenezco a este mundo o a esta sociedad en la que me ha tocado vivir. No consigo encajar del todo, a veces me siento un bicho raro por no querer hacer lo que la gente de mi edad hace en su tiempo libre. Ahora mismo, voy de camino a mi lugar favorito, a mi lugar de retiro donde realmente me siento conectada conmigo misma y con la vida. Es Semana Santa y mis amigas han decidido ir a Málaga. No entienden por qué no me he unido al plan, ¿cómo puedo preferir pasar esos días de fiesta aislada del mundo en una casa vieja?. “Qué rarita eres Mónica,” me dicen cada vez que me salgo de lo que ellas consideran normal. Pues sí, soy rara, lo acepto y no sólo eso sino que me siento orgullosa de ello. Mis vacaciones no van estar marcadas por borracheras, bailes, pocas horas de sueño y conversaciones absurdas con chicos que no desean conocerme sino simplemente tener sexo.

Me voy a casa de mi tía Lola, el lugar más acogedor de la tierra, no exagero. Mi tía es una persona muy especial, de esas que te hechizan con su voz y con su ternura. Lleva toda su vida viviendo en la casa de mis abuelos. Ella ha procurado conservarla y cuidarla con todo su amor. Es una casa situada en un pueblo perdido de Ourense, donde sólo quedan señores muy mayores. Es un pueblo difícil de encontrar y creo que eso es lo que le hace más mágico. Mi tía es profesora de primaria en un colegio de un pueblo cercano y en su tiempo libre le encanta cuidar de sus plantas, de sus animales, escribe libros y pinta cuadros que luego termina vendiendo en exposiciones. La verdad que se lo monta genial. Estar con ella es todo un lujo porque transmite esa paz interior y ese amor por la vida que contagia.

El viaje en coche se me hace largo, pero qué me voy a esperar si voy sola conduciendo desde Madrid. Estoy sorprendida porque hoy hace un día muy soleado y la verdad que lo prefiero porque el camino hasta el pueblo es muy tenebroso para ir con un día oscuro o lluvioso.

Cuando llego, sus perros vienen corriendo hacia mi con mucha alegría porque me conocen. Antes de coger mis cosas, miro a mi alrededor y me deleito con los árboles, las flores, las montañas y el sonido del río que circula montaña abajo. Me doy cuenta que, además de esa belleza natural del lugar, mi tía se ha encargado de hacerme una bienvenida aún más acogedora y eso es muy típico de ella, siempre me recibe con un bizcocho recién hecho.

Cuando entro en la casa, el olor del bizcocho se mezcla con el incienso que siempre perfuma la entrada. Simplemente con esos aromas ya me siento protegida del mundo. Al verme, su cara se ilumina con una sonrisa muy sincera y nos saludamos con un abrazo. Lo primero que hago es dejar mis maletas y volver a la cocina donde mi tía me sirve una taza de té que ella prepara mezclando diferentes hierbas y la verdad que el sabor me encanta. Todavía queda una media hora para servir la comida así que aprovechamos para ponernos al día. Me encanta hablar con ella porque sientes que te escucha y que no emite juicios sobre lo que le cuentas. Hemos decidido que hoy hace un buen día para comer en la mesa de fuera. Mientras comemos, me cuenta que mañana va a dar un concierto de cuencos tibetanos en casa y que van a venir unos amigos suyos. Mi tía lleva muchos años haciendo terapias espirituales, así que para mi es normal oír que tiene este tipo de eventos en casa.

Después de la comida ,nos vamos al salón y, como siempre, pone música clásica para relajarnos, momento ideal para echar una cabezadita. Cuando me despierto, oigo a mi tía hablando con alguien. En ese momento, lo único que siento es vergüenza porque me he quedado dormida en el salón y, seguramente, quién sea que haya venido me ha visto. Intento escaparme y encerrarme en la habitación, pero el suelo es de madera y, como os podéis imaginar, a la mínima suena. Mi tía tiene un oído muy bueno para eso.

  • – Mónica, cariño, ven que te presento a Marco.

No, por favor, no me puede pasar esto a mí. Ya no hay marcha atrás, entro a la cocina y me muero aún más de vergüenza al ver a ese tal Marco, que madre mía, menudo atractivo tiene. Estoy muy intrigada por saber quién es porque a mi tía le suelen gustar los hombres más de su edad, que ronden los cuarenta y pico o cincuenta, pero este chico es más de mi edad, aparenta como treinta y poco. ¡Y yo con estas pintas! Marco me mira con una sonrisa.

  • – Con que esta es tu sobrina- comenta mientras me saluda y me termina de ruborizar con el olor de su colonia.
  • – Sí, esta es Mónica, que ha venido a pasar la Semana Santa conmigo. Mañana, de hecho, estará con nosotros en el concierto de cuencos.

Entonces, Marco estará mañana por aquí, qué interesante, pero ahora mismo quiero desaparecer de la Tierra.

  • – Un placer conocerte Marco. Tía, me voy a dar un paseo por el campo que me hace falta, esa siesta me ha dejado un poco espesa.- ella me mira comprendiendo que lo que deseo es desaparecer, así que me da rienda suelta para escapar.

Uno de los perros me acompaña en mi paseo y nos acercamos al río. Allí me siento y comienzo a escribir en mi diario. En él expreso todo lo que siento, lo que deseo y lo que imagino, es mi compañero de vida. En el momento en que termino de escribir, oigo que alguien se acerca y el perro va a su encuentro, pero con confianza, así que puede ser mi tía.

Para mi sorpresa, es una voz masculina la que se dirige a mi.

  • – Hola Mónica, tu tía me ha dicho que te encontraría aquí.
  • – Marco, qué sorpresa, qué haces por aquí.

Esta situación me acelera el pulso y espero que él no lo note.

  • – Me ha parecido notarte incómoda con mi presencia, venía a pedirte disculpas. Si llego a saber que estás de visita hubiera avisado a tu tía.
  • – No, no te preocupes, hoy he estado muchas horas conduciendo y me encuentro cansada. Quizás se me nota – le cuelo una mentira piadosa para evitar decirle la vergüenza que he sentido.
  • – Bueno es normal, seguro que mañana te encuentras mejor. Me alegra haberte conocido, ver caras nuevas por aquí no es fácil y se agradece. Me voy que me están esperando. Mañana te veo.

Nos damos dos besos y conozco esa sensación, hay química, por lo menos por mi parte. Aún así, prefiero no hacerme ilusiones, a lo mejor el chico tiene novia.

Cuando vuelvo a casa, mi tía me está esperando con una cena de las suyas: una infusión con una tosta de verduras y un yogur casero que le sale de miedo. Al lado de mi plato hay un regalo. Mi tía es única, siempre adorna los momentos con detalles que te hacen sentirte en un mundo amable y sencillo. Esta vez me ha regalado un libro y es que ella sabe que me encanta leer y que no puedo estar de vacaciones en su casa sin disfrutar de su biblioteca, heredada de mis abuelos. Es el lugar en el que más disfrutamos, especialmente, después de cenar.

Lola y yo siempre compartimos lecturas y opiniones sobre las mismas. Hace tiempo que no lo hacemos, pero siempre nos ponemos de acuerdo para leer un libro y después intercambiamos correos sobre pasajes que nos han llamado la atención y discutimos sobre algunos temas.

Esta vez, antes de entrar en el momento mágico de la biblioteca, le pregunto sobre Marco. Como comprenderéis no puedo terminar el día sin saber quién es.

  • – Marco es hermano de Luis, uno de mis mejores amigos. Le conocí hace poco porque quería probar una sesión de reiki y ya sabes que hago este tipo de terapias, así que su hermano prefirió que fuera yo la que le canalizase la energía. Además, está aprendiendo también a tocar los cuencos tibetanos. La verdad que es un chico muy majo, hace un tiempo cortó su relación con la novia que tenia desde hace años y está en pleno proceso de autoconocimiento. Tenía muchas ganas de que le conocieras. Creo que podéis congeniar muy bien. Tú eres una chica muy especial, tienes que empezar a relacionarte con gente que te aporte de verdad y que esté en tu misma frecuencia.

Con esa información, ya me puedo ir a dormir tranquila. Bueno, en realidad, no tan tranquila porque ahora mi imaginación empieza a volar y a idealizarle aún más.

A las nueve de la mañana comienzo a abrir los ojos, después de un sueño muy profundo y reparador, de ahí que me guste venir aquí. Me levanto con el olor del pan recién tostado y de la montaña, una perfecta combinación. Hoy Lola está preparando el desayuno con música celta, un ritmo bastante alegre para comenzar la mañana. Nos saludamos con un beso y salimos al jardín a deleitarnos con el olor a campo y a humedad, mientras reponemos fuerzas con ese desayuno tan delicioso. Después de charlar, recoger y asearme, me voy a dar un paseo, mientras mi tía prepara todo para su concierto.

Esta vez decido cambiar el rumbo e ir hacia una explanada desde donde se ve a lo lejos un lago muy bonito de la zona. Para mi sorpresa me encuentro a un chico sentado y sí, es él. He estado a punto de darme la vuelta, pero no me puedo dejar vencer por mi inseguridad, así voy a saludarle.

  • – Vaya, no sabía que te iba a encontrar por aquí.
  • – Mónica, qué casualidad. ¿Cómo has amanecido hoy?- su sonrisa es totalmente cautivadora.
  • – Bien, me ha venido genial el descanso. ¿y tú? ¿qué tal anoche, saliste?- creo que es hora de empezar a conocernos un poco mejor.
  • – Sí, fui a dar una vuelta con mis amigos, pero tampoco tenía muchas ganas, me subí pronto. Mis amigos están todo el rato conociendo chicas, ya sabes, para tontear y ver si alguna cae en el juego. A mí eso no me va mucho. No quiero conocer chicas por conocer. Prefiero intercambiar conversaciones, momentos sin un fin en particular, más que el de estar presente, vibrando y conectado con lo que esa persona me transmite. Como estoy ahora mismo contigo, por ejemplo.

Resueno con todo lo que dice, no me hace falta contestarle porque con los ojos le estoy diciendo que le entiendo y que me siento identificada con su modo de ver las relaciones. No sé cuánto tiempo nos hemos quedado hablando en la explanada, han sido horas, pero parecen minutos. El móvil nos termina de interrumpir porque ya han llegado todos los amigos de mi tía y el concierto va a comenzar.

Nos ponemos en círculo aunque yo he preferido meditar tumbada. El sonido de los cuencos me relaja de tal forma que me he quedado dormida. Al abrir los ojos, lo primero que veo es su sonrisa, tratando de despertarme. Esta vez me da igual si me ha visto dormida, siento que hay confianza. Decidimos compartir el resto del tiempo juntos, nadie nos echa en falta y nosotros estamos muy a gusto solos. De hecho, nos aislamos en la biblioteca y pasamos horas riendo, leyendo y conociéndonos.

Después de cenar, salimos al jardín y en medio de una conversación, los dos nos quedamos mirándonos fijamente. A estas alturas el deseo es claramente mutuo y se culmina en un beso sincero y puro.

Bendito destino, cómo juegas conmigo.

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