El móvil lo seguía teniendo apagado, las horas pasaban y seguía sin tener noticias de él. Por más que miraba al estático teléfono, éste no le respondía como deseaba, no hacía vibrar la tranquilidad en que se hallaba el ambiente del apartamento.
Llevaba día y medio sin saber nada de él, el sábado cuando se despidió dijo que se iba a pasear por el centro de la ciudad, quería despedirse del otoño, así que agarro la bufanda que compró en su último viaje a Lisboa, y con un frío beso se fue. Parecía otro, quién pudiera imaginar que la noche anterior fuera el fuego en persona, fuera el calor que calentara al mismísimo infierno, la noche anterior pareciole la primera.
La preocupación cortaba cada pensamiento distraído, no paraba de pensar donde podría estar, pero no podía hacer nada, si actuaba de manera precipitada podría acarrear otro bache en su relación, ya le había provocado numerosas discusiones por celos, desde aquel desliz que le confesó meses atrás, pero en realidad los celos no corrían ahora por sus venas, ni tan siquiera un poco de enfado por no decir nada, tan solo deseaba poder abrazarle, besarle, sumergirse en sus ojos.
Dejó a un lado la preocupación puso la microcadena en marcha, colocó el disco de bandas sonoras que le regalara él hace dos años para su cumpleaños, y se disponía a despejarse con una ducha mientras escuchaba “Come what may”.
Muy agitadamente se estaba desvistiendo, temía estar en el cuarto de baño mucho tiempo por si le llamara por teléfono, pero fue al coger la maquinilla de afeitar, cuando vio que en el estuche había un papel doblado, no sabía que podía hacer eso allí, conlo despistado que era podría ser cualquier cosa, entonces lo abrió y vio que era la letra de él:
Espero que no estés enfadado por no avisarte, sabría que no lo entenderías, y que nunca lo entenderás, pero no he pensado en otra persona más que en ti para hacer lo que hice, no pensé más que en tu juventud, estás en la flor de la vida, sabes que yo ya he vivido lo mío, prefiero que puedas vivir algo parecido a lo que yo he vivido contigo, sin que tengas que cargar con un mi fugaz y pálido futuro.
Seguro fue la última oportunidad la que me brindó el destino de vivir feliz, contigo, y conseguí encontrar la estabilidad, la comprensión, el cariño, el deseo y tantas otras cosas que necesitaría otra vida para decírtelas una a una, pero en definitiva, contigo encontré lo que nunca pensé que se cruzara por mi zigzagueante camino, el amor, tu amor y el mío.
No quería creerlo, ¿yo enamorado?, el destino había jugado conmigo, parecía una broma, pero cuando intenté hacerme ver que no era así, embriagado de incertidumbre y de alguna copa de más, me sentí el ser más ruin sobre la faz de la Tierra, y ese fue mi pecado original, el que me valdría para ser expulsado del paraíso que me ofrecías.
Nadie piensa que le va a tocar a uno mismo, se tiende a pensar que le pasará al resto, pero no, está por ahí acechando, escondido tras cuerpos que desean ser deseados, tras miradas lascivas, olfateando cual será su nueva presa, y yo, desconcertado me dispuse a servirle en bandeja mi cuerpo, mi mente y mi alma, para que la abrazara hasta la muerte.
La temida enfermedad, se apoderó de mí, yo tan solo sentí gozar a mi cuerpo, pero romperse mi corazón, aún no se si sería la señal de que me estaba rodeando la fatalidad, o era simplemente que se rompía al pensar que se rompería el tuyo.
No tuve más remedio que contártelo, que decirte lo que pasó aquella noche, para ti tan fúnebre, para mi tan feliz, esa noche me di cuenta de lo que significabas para mí, esa noche entendí que los dos formábamos uno solo.
Entiendo cada una de tus desconfianzas en las semanas posteriores, te pido que acojas sin recelo cada una de mis disculpas, tan innumerables como las lágrimas que escriben por mí.
Cuando hace unas semanas me llamaron para ir al hospital, me quedé un poco paralizado, me querían hacer unas pruebas tras ver los resultados de los análisis de sangre que me hicieron cuando fui a donar, pensé que sería algún error, pero mientras me sacaban la sangre, se me fue pasando una a una las imágenes de la noche en que violé a mis sentimientos y a los tuyos, e intuí que los análisis no estarían tan equivocados como hubiera querido pensar. Era cierto, a los pocos días me volvieron a llamar y me dieron la temida noticia, no sabía que pensar, tan solo me vino a la mente tu mirada, tan solo supe pensar en ti.
Dirás que ahora en los tiempos que estamos, no hablamos de una enfermedad mortal, pero no es eso lo que en realidad me preocupa, es tu reacción, es la posibilidad de que pudieras despedirme con un adiós, por mi culpa, no podría soportar vivir sin ti, por eso me dispongo a llevarme los últimos y placenteros recuerdos contigo, la fogosidad de esta noche, las caricias de tu cuerpo, la ternura de tu mirada, el sabor de tu boca, no quiero pensar en una despedida, no quiero pensar en medicamentos, tan solo quiero morir pensando en ti.
Me voy pero espero estar contigo en otra vida, aunque te puedo asegurar que cada segundo contigo es una vida nueva, y no concibo otra sin ti, mientras caiga desde las alturas sentiré que vuelo hacia ti.
Te podría decir un millón de cosas, pero está amaneciendo y espero estar en el sol cuando su rayo recorra tu piel, tan solo quiero que me perdones, no te pido que entiendas a este amor, no lo entiendo ni yo.
Te quiere, como nunca ha querido a nadie:
El siervo de tu corazón
El vaho que se había formado en la habitación estaba recorriendo a cada una de sus semejantes en los ojos que leían su propia muerte, el calor que emanaba del grifo distraía a la despedida del sol de aquella tarde fría.
No quería que sonara el teléfono, sabía la noticia, entre silencios tiró el estuche al suelo, y puso el tapón en la bañera, derramó su vida por el agua que le rodeaba, cogió papel y lápiz de la mesita del baño, y más débil que nunca escribió:
Hace apenas unos minutos mis estremecidas manos han cerrado tu carta, tu esquela anticipada, mi muerte. En ella, mediante una letra pálida derramada, escribiste tus últimas palabras, y las mías. No he podido hacer nada para detenerte, pero nadie podrá detenerme ahora, para seguir viviendo como hacía dos noches, la última noche, o tal vez la primera.
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