(Parece que era verano cuando caminamos por el Balneario y hablamos de las cosas que oíamos en la radio. Yo no sabía que nunca más íbamos a encontrarnos. Por eso pienso en esta historia que habla de ti Nicolás, que acabas de morir de cáncer. Mañana haremos una misa en tu honor. Los acólitos pedirán la limosna y te bajaremos del cerro con la tierra y los perros a que te sigas pudriendo en el Cementerio General de Antofagasta).

Nicolás nació sano y libre en Prat B, población de nombre heroico que ni si quiera se llama ahora de ese modo. Pero antes sí. Antes que Nicolás saliera del liceo. Mucho antes que perdiera el rumbo. Y antes de sus aficiones: La radio, la banda ciudadana, las radios de números y Andrea.

Andrea entra en esta historia para demostrar que Nicolás alguna vez fue una persona normal. Que se casó. Que trabajó. Que pagó arriendo. Que los domingos de verano iba a pasear a Juan López en micro. Andrea ahora está casada con otro. Andrea vive en Santiago y los fines de semana va con su marido a una casita de playa en el Tabo. Hay domingos en la tarde en que cierra los ojos siente el sol y siente el mar y se acuerda de Antofagasta. También se acuerda de Nicolás.

Hay días que todos queremos recordar. Hay tardes gratas donde hacemos lo que nos gusta. Son días de almuerzos, sol. Días donde nos dicen que vamos a ser padres. Días como cuando Nicolás supo que Andrea estaba embarazada mientras escuchaba radios de números, en el equipo de onda corta que tenía en la pieza de atrás.

(Cuando chico no sabía que era pobre, veo la luz de mi casa de ampolletas de 60 Watts, rebotando en la cara de mi padre, la carne al jugo que mi mamá servía en ocasiones especiales, donde comíamos media palta pelada, rellena con mayonesa sobre un pedazo de jamón. Mi nostalgia se parece a la culpa, no sabía que era pobre y no sabía porque una noche alguien le aviso a mi madre que su hermano había muerto en el sur y lloró como nunca la vi llorar, ni cuando supo que murió mi abuela. En ese tiempo creía que lo más terrible que podía pasar en el mundo era que muriera tu mamá, el cariño, el calor, la comida. Murió mi mamá, murió mi papá. Y todo siguió igual. Cuando murió su hermano mi mamá no pudo viajar.)

Conocí a Nicolás en el primer año de ingeniería en ejecución eléctrica en la Universidad de Antofagasta. Era 1983. El ya venía en la micro que bajaba subía y volvía a ir para atrás mientras esperábamos terminar el viaje eterno. En la universidad no nos hicimos amigos. En la micro sí.

El primer año pasé cálculo y álgebra, física no. Nicolás no pasó nada y ya no volvió a ir a la Universidad. Buscó un trabajo que no recuerdo y se fue a vivir con Andrea. Los fines de semana nos encerrábamos en la pieza de atrás a tomar cerveza, fumar, hablar con amigos de la Banda Ciudadana y a escuchar radios donde repetían en otros idiomas secuencias de números. Siempre cinco una pausa y luego cinco más. A veces una cortina de una música absurdamente alegre y luego otra voz. Y otra secuencia de números más. Llenamos tres cuadernos de números. Esperábamos algún día descifrar el mensaje.

83392 66469 18347 61678 35816

18347 83943 61678 15743 92902

83392 16481 83943 35816 18347

83943 61678 70529 66469 64587

18347 35816 18347 83943 61678

83943 61678 15743 66469 16481

66469 95761 96894

Pasábamos tanto tiempo juntos que también a veces pasaba tiempo con Andrea. Y como suele pasar a los 24 o 25 años ocasionalmente empezamos a acostarnos. Yo no la quería, pero me gustaba la calidez de su sexo y a veces sentía que la amaba. Ella amaba a Nicolás, pero no estaba muy segura por qué, de vez en cuando, terminaba enredada conmigo. Cuando Andrea quedó embarazada decidió que su hijo sería de Nicolás. Yo no me opuse. Creo que ni siquiera lo hablamos.

El fin de la relación de Andrea y Nicolás tampoco tuvo que ver conmigo. Al final yo me fui alejando y de un momento a otro ya estaba viviendo en Santiago. No sé si me despedí de ellos.

Yo creo que Nicolás nunca supo. Y Andrea aprendió a manejar la culpa o quizás se perdonó. El final de la relación de Andrea y Nicolás no tiene que ver con nada de eso. Un día llovió, vino el aluvión y se llevó la pieza de atrás, los equipos de radio y al niño. Cuando apareció muerto la cosa empeoró rápido como todo pasó. Nicolás empezó a tomar. Andrea se aburrió y se marchó.

(Andrea y Nicolás tuvieron un hijo, Lucas. La palabra se hizo carne en el evangelio de San Lucas. Está el evangelio de San Juan, donde hubo un principio, y ahí estaba el hijo, que era la palabra y estaba en él. Al fin no hay hijos ni evangelios en esta tierra, solo hay barro y piedras.

Veo a Lucas como un poema:

Lucas

Quédate con nosotros

toma nuestro pan.

Bendícenos.

Camina sobre nuestros cuerpos que flotan en los ríos.

Haz, que nuestro corazón arda.

¿Volverás algún día,

caminando,

a través de este sendero luminoso?)


Mensajes en clave, mensajes en broma, camioneros que pasan aburridos por la pampa, equipos de banda ciudadana, radios de onda corta. ¿Cuánto tiempo fuimos amigos?, ¿cuánto sé o supe de Nicolás?, me acuerdo de las noches de radio, de las tardes con Andrea, no recuerdo mucho a Nicolás, ¿fueron cuantos?, ¿ocho, diez años?

Dicen que las cosas se ven mejor desde lejos, que a veces hay que tomar distancia, perspectiva para ver el problema, el problema no es que Nicolás haya muerto de cáncer, o de sida o de lo que sea. Nicolás murió solo, en la playa, pedía limosna en los semáforos y dormía en la arena.

Mensajes de texto, chats, Facebook, de algún modo me encontré con Andrea, hablamos como buenos amigos, añoré su calma, envidié su vida. Hablé de la mía, que fuera feliz, que estuviera todo en orden, hablamos, dos, tres veces, nos dejamos los números de teléfono. Nos dejamos de hablar. Otra vez.

(Tengo un sueño recurrente, Andrea hace salmuera en un vaso, lo bebe a sorbos lentos, le pasa el vaso a Nicolás, ellos me miran. Nunca toco el vaso).

Alguien encontró a Nicolás muerto, ese alguien aviso a la gente creía que lo quería, llamaron a Andrea. Andrea me llamo a mí, acordamos viajar de inmediato, por tierra:

-En catorce horas llegamos –dijo-, con suerte llegamos en la mañana, alcanzamos a llegar a la misa.

Andrea, estamos demasiado tiesos para hablar (hace tanto frío) cantamos entre murmullos para no perder la cuenta del tiempo (que no se acaben los cigarros) Me hablas bajo de algo que no sé qué es, te escucho.

Me cuentas que hace tres años también viajabas al norte, a Antofagasta, había muerto tu madre.

Trato de entender eso que no sé qué es:

-¿Volviste a hablar?….. Tengo sueño (hace frío), Vas callada

¿Qué crees? … ¿Hay algo más allá?

– Copiapó, Tal Tal….

Ríes y fumas, cantas (cantamos).

Dejo de hacer lo imposible por entender, que Nicolás ya ha muerto, que lo voy a ver.

Tabla de un solo uso.

92902 A

20567 B

50298 C

83392 D

83943 E

57274 F

23789 G

70529 H

66469 I

64587 J

35157 K

22334 L

37580 M

35816 N

87056 Ñ

18347 O

15743 P

26570 Q

16481 R

61678 S

95761 T

96894 U

50218 V

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