En un dormitorio en el décimo piso de un edificio escabroso que aguarda a andariegos y mostrencos que buscan refugio de la áspera y tenebrosa noche de la ciudad de Tunja: vive un joven de apenas diez y nueve años de edad, tez morena, nariz convexa y ojeras derivadas del sueño.

David. A sus diez y siete salió de casa de su familia con un dolor que arrastraría y seria su maldición para toda su escasa vida.

Una tarde de agosto, en la puerta golpeaban con fuerza, Katherine, la prima de David.

  • – ¡He! ¿Qué pasa? ¿Qué sucede?
  • – Es Mariam.
  • – ¡¿Qué paso con ella?! ¡dime lo que paso Katherine!
  • – Mariam… -Katherine tartamudeaba- Mariam se ha suicidado. Se lanzó del edificio, no hubo nada que hacer, ¡David, ella ha muerto!

Katherine lloraba y tenía en los ojos cierta congoja, David presintió que era una mala noticia.

David se echó las manos a la boca, grito y expelo el dolor y la agonía en unos ojos que veían el ocre oscuro de una noticia que arruinaría su vida.

Mariam, la conoció hace dos años, y llego a su vida para convertirla en algo esencial y darle su sentido. David no había tenido la mejor infancia, su familia era el infierno ardiente, vivió rodeado de maldad e hipocresía, pero aun así, el consideraba que habían vidas peores. Mariam se instaló en la vida de David como cual roca del rio, terminaron enamorándose, y no había más tranquilidad para aquel joven que estar con ella, hablaban más de lo que cualquier pareja acostumbra, eran el diario secreto de cada uno y su amor era incomprensible ante los ojos de cualquier mortal, ya la vida se había acostumbrado a verlos juntos, ellos no sabían que el amor que se tenían era más grande de lo que imaginaban, claro era, pues era la primera vez que estaban enamorados. Pero el destino y su crueldad no contemplaban la misericordia y la piedad.

La noticia dejo perplejo a David, no quiso creerlo, salió corriendo de casa a ningún sitio, deambulaba como un joven fantasma, pasaron noches sin comida y sin dormir, no fue al funeral. No sabía ni siquiera porque ella había tomado esa decisión. No hablaba y nadie sabía quién era. La familia lo busco pero no hallaron con él. Durmió noches en potreros y frías calles llenas de vagabundos y gente con más de un problema mental. Y no quiso aceptar que ella se había ido, no quiso aceptar que estaba perdido.

Y los días transcurrieron lentamente para David, deseando y pidiendo en silencio consuelo, con los ojos pávidos y fantasmas de nostalgia que golpeaban su cara y hacían que de su rostro brotaran lágrimas y que los latidos de su corazón fueran versos tristes.

Hasta que apareció una epifanía, Una figura que musitaba en el vaho de su aura y ese invierno frio; una figura singular que se parece a Mariam, una epifanía de esquizofrenia que capturaba el instante en el que el la observaba y creía sentirla, donde el no fallaba y ella no se marchaba. Era tanta la distorsión de su realidad y el problema en su mente que no supo distinguir la mentira de la verdad. Era el consuelo que necesitaba su vida para asimilar lo que había sucedido, Es una locura tan cuerda para él, que se olvidó de su familia y de su vida pasada, solo vive amándola.

En una calle oscura, acompañada de edificios de mala muerte y paredes llenas de recuerdos y gente despreciable ante la sociedad, David era uno de ellos, pero él no había sido despreciado por la sociedad, él había sido despreciado por el destino. David Vive de la limosna que dejan transeúntes que pasan por la acera y lo ven allí hablando solo. Sin amigos y nadie que lo acompañe, sus pensamientos son enajenados y su vida también.

David entra en la habitación sucia, con unas que otras monedas que le arrojaron en la acera, llego a casa con una botella de plástico llena de una sopa que le regalaron los del restaurante vecino.

  • – Hola amor.
  • – Hola, ¿Dónde estabas? –dijo <>
  • – En la calle, pidiendo de comer.
  • – Te estaba esperando.
  • – ¿para qué? Dime.
  • – Es una sorpresa.
  • – No me gustan las sorpresas, dime que pasa.
  • – Que… no quiero que sufras más – ella sonrió.
  • – Dale, dime tu sorpresa. Y como voy a sufrir si estoy a tu lado.
  • – Por eso, ya sé que siempre me amaste y que me amaras por siempre.
  • – Siempre te amare, ¿a qué va todo esto?
  • – Es tiempo de que dejes de sufrir, es hora de que me acompañes.
  • Ella le tapa los ojos.
  • – Te acompañaría hasta el final de mundo, te acompañaría siempre.
  • – Camina. –le ordena ella-
  • – Pero ¿Por qué me tapas los ojos?
  • – Solo has lo que te digo.
  • – Vamos a estar juntos por siempre –le dice ella mientras lo dirige a la ventana- Aun te espero, me fui porque sentí que este mundo no había sido hecho para mí. –ella le confiesa el porqué de su suicidio- pensé que tú te ibas a ir detrás mío.
  • – ¿Qué es lo que me estás diciendo? Estoy aquí contigo.
  • – No. Realmente no, pero pronto lo estarás. ¿me amas?
  • – Siempre te he amado. Me llenas de cariño y me complaces el alma. Dime ya cual es la sorpresa.
  • David sonríe, la ventana yace abierta y ella hace que suspenda sus pies en la barandilla.
  • – Tienes que saltar conmigo.
  • – ¿saltar a dónde amor?
  • – han pasado dos años y es suficiente para darme de cuenta de todo el amor que tenías hacia mí, y quiero pedirte perdón por haberme ido sin decirte nada. Nuestro amor es hacia el más allá. Dime que estarás conmigo siempre.
  • – Siempre estaré.
  • – Entonces salta.

David salto. Su cuerpo cayó al vacío y golpeo con fuerza, murió al instante, algunas personas se acercaron a él. Es obvio que era un suicidio –muchos pensaron- sin saber que aquel joven que yacía bocabajo sangrando, había muerto por amor.

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