Solteros
Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, esperando el amanecer junto a una bella mulata, mientras suena una y otra vez el estribillo en la vieja radio: “Hasta que se seque el Malecón, hasta que se seque el Malecón”. Lo imaginaba con los ojos encendidos, rodeándola por la cintura y una sonrisa cómplice...