«Su barba y su melena expuestas al viento mordaz…». La idea vuelve a asaltarle como si no fuera él. Entre la fiebre y los pitidos metálicos, recuerda su propia vida en tercera persona. Las ascensiones en el Himalaya, con los pulmones al límite y el frío hiriéndole hasta el tuétano son ya recuerdos difusos. En esas expediciones se llegó a preguntar: «¿Qué hostias hago aquí?». La ilusión por las cumbres le daba las fuerzas para continuar.

En la habitación 315, se aferra a esas reminiscencias para vencer al virus, con su barba y su melena expuestas a la enfermedad.

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