Su barba y su melena expuestas al viento, las gafas convertidas en un mapa, dibujado por pequeños insectos incrustados en una imprevista pista de aterrizaje. A lo lejos se divisaba la ciudad. Entonces se produjo una curiosa circunstancia, de un lado del camino, salió una familia de cinco patos formando una simpática hilera que obligó al motorista a detenerse y esperar a que cruzaran la calzada. Una sonrisa se dibujaba bajo el casco, un gesto invisible para el conductor del camión que, con cara de terror, despertó justo para ver cómo se producía una carnicería frente a sus ojos.

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