Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón. Le veo subir al tren con ese porte y el traje blanco de lino apenas arrugado. Hasta las escaleras las sube con tal elegancia que se diría que son las de un palacio. Entre el bullicio ofrece una sonrisa pícara a las miradas de las muchachas. Será un viaje largo, respira profundamente y se acomoda en el vagón. Sin fijar la mirada en ningún punto se percata de los pequeños gestos. Abre un libro, y cuando alza la mirada, unos ojos azules inquietantes le preguntan: ese libro ¿es interesante?

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