Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, si no fuera por esta maldita emergencia sanitaria. Para la futura obra de teatro, qué difícil escoger un personaje.

¿La doctora que trabajaba durante terribles jornadas de 36 horas al abrigo de los trajes de protección?

¿Un anciano encerrado en su casa, conocedor del peligro llamando a la puerta?

¿O la madre de familia numerosa, con los niños en casa, y el trabajo en espera?

¿Quizá ese paciente que aguarda un resultado que nunca llegará?

Era tan complicado elegir porque, en el fondo, cualquiera desearía ser otra persona.

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