Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, un vuelo nocturno sobre el cielo de Manhattan incluso, una visita presidencial al palacio de Buckingham. La situación así lo requería aunque las maletas ahora yacen vacías y con la ropa desplegada, sin sentido, por la habitación.Lo miro y quiero que siga durmiendo, el último suero de vida se lo acabo de colocar en pequeños goteos sobre su vena. Sé que sueña con nuestro próximo viaje y por él todo se lo hago fácil, mientras que yo acabaré consumida de virus en el infierno.

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