Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón para entonces, lejos de ella, en otro viaje. Y claro, yo no podía aún porque la edad y las formas y la familia. Pero también sabía que me esperaba sin saberlo; distinto a su mujer que intuía —con esas formas nuestras— que finalmente estaría tomándose un daiquiri en el Malecón con esta zorra, dispuesta a cualquier cosa por arrebatarle lo único que deseaba de verdad: ese inútil que la vivía a cambio de un poco de cariño fingido.

Todos somos rencorosos mamá, yo sólo me puse en evidencia.

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