El veintidós ya es historia como todo día que pasa en mi vida. Lo voy dejando en el cesto del olvido, lo sepulto con buenas paladas de desprecio y no dejo contagiar mi maleta inseparable que llevo cargada de augurios y me permite pasar las aduanas antes de abordar los cruceros de la esperanza para adentrarme en largos trayectos de expectativas que pueden no llevarme a un puerto seguro manteniéndome en esta pantomima de existencia que me toca recorrer por sendas, no todas de abrojos ni de lechos de rosas con espinas, pero este es mi viaje favorito.

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