El veintidós ya es historia y nosotros trabajamos a contrarreloj.
Cada vez que entra algún afectado para someterse a la vacuna, me compadezco de esa pobre cobaya humana a la que ya no le quedan más bazas que jugar.
Se ofrecen a la última esperanza de vida que les queda.
Aunque siento que cada vez andamos más cerca de la cura, me aterra pensar a la velocidad que va esta pandemia. Cada fracaso lo hace más desesperante.
Aquí llega la cobaya número 23 de hoy.
Espero que esta vez sea la certera.
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