“A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir”, masculló Rosa mientras giraba la llave arrancando el Corvette. Delante 10 horas de viaje hasta la frontera americana. Atrás dos años diseñando un plan para acabar con Luis, ese gordo mafioso que se encaprichó de ella. “Gatita, qué mona estás “. “Gatita, sabes cuánto te quiero”. Atrás dos años aguantando las arcadas cada vez que le metía su asquerosa lengua en la boca, sus sudorosas embestidas. Dos años combatiendo el miedo. Atrás la sorpresa en sus ojos y otro ojo, en medio, dibujado por una bala del 38.

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