«A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir» pensó la reciente funcionaria electa a la legislatura. «Que se vayan todos, que no quede ni uno solo» vociferó la humeante Buenos Aires del 2001. «Esta oportunidad es la mía» anheló el candidato no electo del año anterior. «Chu-Chu-Chu» sonó el helicóptero del presidente viajero. «El pueblo delibera y gobierna» pintaron las asambleas barriales. «Cla-cla-cla» rechinaron las saqueadas cacerolas medianas. «Que se vayan todos» cantaron muertos, sobrevivientes y heridos. Lo único que parece cierto es lo de las siete vidas. Todo lo demás fue puro ruido.

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