A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, dije en voz alta sin percatarme. La gente se me quedó mirando con expresión interrogante. Me bajé del autobús en la siguiente parada. Estaba triste, sí. Quería a Lorena, mi prometida, pero también a mi gatita. La incompatibilidad de ambas me hacía daño. ¿Por qué una elección implica siempre una renuncia? Lorena, la gata… ¿Mi vida sin Lorena? Un poco triste al principio, después, pasaría. ¿Mi vida sin la gatita? Siempre una ausencia. Adiós Lorena. Te quiero pero no (nos) somos imprescindibles.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS