Su barba y su melena expuestas al viento, sus brazos alzados al cielo. Nota el frío en sus sobacos, en sus pezones afilados. La luz del foco en la cara iluminando su piel psoriásica. Saca una pastilla. Y se la traga. Entonces un click y una bocina. El coche de choque se para, y mira a través de sus Ray-Ban. Frente a él, niños que lloran. Música de feria. Dos policías que se acercan.

—¿Otro viaje? —le preguntan, sacando la porra.

—El último, por fa.

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