Te regalé una bonita sonrisa de joker al verte en la biblioteca debatiendo con Aristóteles, mi amigo de infancia, sobre el infinito y la vida. Te esperé para tomar el autobús y viajar por la ciudad hasta mi casa. Observé que otros amigos tomaron el mismo transporte. Pericles observaba la ciudad. Sartre dormía luego de sentir nauseas durante el viaje. Schopenhauer y tales de Mileto leían concentrados. Quise levantarme de la silla pero Camus, quizás insolado por el fuerte verano, me advirtió no intentarlo –Si lo haces, morirás-. Al despertar me mirabas y yo transpiraba aferrado a mis libros.

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