Te regalé una bonita sonrisa de Joker; no me importó que tu pericia nos haya librado del accidente.
Aún sentía taquicardia.
Había que dar vuelta a la página y continuar nuestro viaje a esa playa, que según decían… Era factible avistar tiburones desde la orilla.
–No entiendo la obsesión por esos animales; desde la película, a mí no me haces nadar en mar abierto aunque me ofrezcan un viaje gratis a Huesca –dije
Como resorte, mi mujer replicó:
– ¡No digas tonterías!, si así fuera; soy capaz de sumergirte yo misma.
Pero a mí; no me privas del viaje.
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