A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir…

De ese modo y dejando la puerta entornada se despidió el mafioso.

Esta vez no cerraron con llave visto el estado de inconsciencia en el que se encontraba la mujer tras la paliza recibida.

Pero no contaban con el veneno en el vino.

Ella no era tonta.

A medianoche se arrastró y comenzó su estudiada tarea: ris… ras, ris… ras…

Una tras otra cayeron las siete cabezas.

Pegó un puntapié a la última que sonó a hueco

La campana de Huesca…

Dijo, sonriendo, mientras emprendía viaje hacia el norte.

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