Te regalé una bonita sonrisa de Joker mientras te metía en el bolsillo tu billete de avión. Tú conseguiste controlar la expresión. Hace ya tiempo que no necesito recordártelo con la navaja a milímetros de tu ojo. Me devolviste algo parecido a una sonrisa y fuiste a hacer las maletas. Llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra. Al pasar el control te apartaste mientras varios policías venían a detenerme. De la maleta salieron mis navajas, envueltas en una carta de denuncia. Te busqué con la mirada mientras me llevaban a comisaría. Resulta que tú también sabes sonreír como el Joker.

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