Te regalé una bonita sonrisa de Joker, pensando: «¿quien es éste que viaja a mi lado?» Tras veinte años de matrimonio, no podía reconocerte Tomás. Me olías a trapo de cocina viejo y mohoso. Tres hijos en común nos mantuvieron al margen el uno del otro, y éramos unos extraños ya. NO había solución. Te lo planteé anteayer. Y tú, que de ningún modo. Hasta que la muerte nos separe. Tú, sí, tú, me diste la pista.

Tú no conduces, el volante te da fobia. La bajada pronunciada, tu cinturón abrochado, solté los mandos, salté del coche.

Te quise, dije.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS