Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro de Fuji TV, en cómo los ojos de Misaki habían iluminado mi hogar durante tanto tiempo, destellando desde la televisión. Cuando descubrí que el líder de la yakuza quería forzarla a casarse con él, viajé a Tokio dispuesto a rescatarla. El muy crápula se las iba a ver conmigo.

Veo sus ojos entre nubes de polvo y cámaras volteadas, entonces le declaro mi amor a través de la ventanilla. Alguien grita «¡acción!».

«La gente hace un espectáculo por cualquier cosa», pienso, mientras agito en el aire un ramo de rosas incendiadas.

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