Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro, que era la única salida. Había valorado todas las opciones, analizado las alternativas, estudiado posibilidades y aquí estaba: aferrada al volante con manos sudorosas, apretando los dientes, pisando a fondo el acelerador y pensando que si me había equivocado al descifrar el mensaje secreto no iba a vivir para contarlo.

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