Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que en mis últimos segundos de vida reviviría toda ella, como quien ve una película.

En efecto, empecé a recordar hacia atrás la escena anterior -en este mismo coche- cuando Matilde, cerrando de un portazo, dio por terminado nuestro viaje. Imaginé al público de una sala de cine arrellanándose en sus butacas, dispuesto a ver qué había motivado esa ruptura.

No es cierto, no da tiempo a revivir nada coherente, el ruido de una explosión, un súbito dolor agudo que cesa al instante y total oscuridad; defraudando así la expectación creada.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS