Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro, qué pronto nos asalta el porvenir. Esta vez sería en forma de rotura de mil huesos, traumatismo craneoencefálico, hemorragia masiva… Supuse que el autor del sabotaje de los frenos no se habría tomado tantas molestias para dejar un enemigo ileso o leve.

El estrépito retumbó como un ascensor que se desfonda. Y, ¡caray!, entre las brumas del desfallecimiento, recordé cómo auguró mi partida ese hijo de…: «Ya verás, se te hará corto el viaje».

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS