Lástima que no haya billetes para maniquíes. Me tengo que conformar con algún susurro al oído en cada estación: “Barajas, cielo gris, estuario del Tajo, fados, saudade…; Barajas, cielo blanco, círculo polar ártico, aurora boreal…; Barajas, cielo azul, procesiones religiosas, cerezos en flor en la tierra del sol naciente…”. Todo suena maravilloso, fácilmente imaginable.
Me visten con una blusa de lino y una falda corta de color verde. Pronto otra dependienta me contará un nuevo viaje. Porque el verano está llegando a mi escaparate. La gente seguirá pasando apresurada delante de mí, pero yo viajaré de nuevo a lugares desconocidos.
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