Lástima que no haya boletos para maniquíes. Mi insistencia ante el expendedor de pasajes no dio resultado, su socarrona sonrisa fue desagradable, tenía cierto tinte despectivo.

De todas maneras ya estamos viajando. El tren dejó atrás la Estación Central, la verde campiña se nos presenta como coloridas diapositivas, engarzadas con precisión por los postes de cableado.

Abro la maleta que mantengo a mi lado, saco tu cabeza, la coloco en el asiento frente al mío, pero no llegas a ver nada, agrego tu torso y ahora sí, ya puedes disfrutar la espléndida vista. Tenemos todo el viaje para charlar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS