Lástima que no haya billetes para maniquíes, pienso mientras compró el mío, con destino a Nueva York. Me llevará a la ciudad del sueño americano y de las oportunidades.

Fue un acierto hacer el curso de escaparatismo. Trabajar todo un año, ahorrar para el futuro aderezando cristaleras, vistiendo a las figuras, haciéndolas apetecibles para robar la atención de los transeúntes. Estos, se paran ante ellas y entran en las tiendas seducidos por sus encantos, bellezas impuestas, sonrisas y su savoir être.

Yo, ya atravesé embelesada la puerta de la agencia de viajes abducida por la foto del Empire State.

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