Lástima que no haya billetes para maniquíes. Pues…condenado al sedentarismo. Mi condición de maniquí tiene incuestionables ventajas: seguridad, supervivencia serena, estar sin ser.

Y también incuestionables desventajas: sometimiento, anonimato, transparencia.

¿Viajar sin rostro, desnudo, desarticulado? ¿Viajar sin opción, arrastrado, travestido? ¿Viajar encadenado al viaje ajeno? ¿Viajar en valijas llenas de sueños soñados por otros?

Somos muchos, la ley cambiará sin duda. Los maniquís exigiremos gozar de los mismos derechos que el resto. La lucha quizás sea larga y cruenta pero como tantas otras que registra la historia, exitosa.

Y si así no fuera…siempre está la opción de viajar como polizón.

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