Lástima que no haya billetes para maniquíes, pero no importó, soy un jodido excéntrico y alquilé un jet privado para llevar mis maniquíes a París. Mi exposición»La Ciudad de los Maniquíes» prometía.
Senté a cada uno de ellos en un asiento, pero, lo mejor del viaje fue descubrir que, no se diferenciaban mucho de algunos humanos:
silenciosos, reservados, rígidos, estáticos, estéticos…
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