Lastima que no haya billetes para maniquíes, era una completa pena que ella se quedara en casa. Tanto trabajo para moldearla y que fuese exacta e idéntica a la modelo original. Horas y horas buscando una erfección absoluta. El había logrado lo que muchos de su profesión no, el rostro y el cuerpo lucían idénticos a los de Amelia, su musa, o debería decir: su obsesión desde la adolescencia. Solo había un detalle, solo uno hacía que su obra maestra no alcanzara la exactitud requerida, el azul desvaído de unos ojos sin vida delataba la mujer bajo la arcilla.

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