Lástima que no haya billetes para maniquíes, adquiriría uno a mi medida; menos dañado que mí cuerpo.

Casi medio año del accidente de aquel viaje y, a la fecha no lo supero; más de dos meses en coma, conectado a tubos, defecando en pañales, ¡Mi mujer al pie del cañón! Esporádico que algún voluntario la supliera de noche.

La escuche decir:

–Tengo miedo el solo pensar que los médicos declaren muerte cerebral o que quede con secuelas irreparables.

Afortunadamente aunque lenta, la fisioterapia hace milagros de rehabilitación; trato de entender… ¿Porque pasó?

Doy gracias a Dios por esta nueva oportunidad.

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