Pensé mientras el coche se lanzaba al vacío, que todo fue un reto, una aventura que parecía empezar bien. Me sentí feliz en las campiñas de una Escocia que me recordó mi tierra bella.

El fado portugués y sus calles empedradas, recordándome una infancia ya pérdida, las calles de un luminoso París, mi memoria en cuadros pintados por los mejores maestros, una Florencia culta y encendida, la Turquía que no entendí. Una Alemania poderosa que me atemorizó. Bélgica romántica y delicada. Una Suecia moderna y arrogante. Los bellos tulipanes y sus aromas en una hermosa Holanda

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