En esta maleta no cabe casi nada, va llena de ilusiones, anhelos y sueños que aún no sé si los voy a alcanzar, la llamada “Ciudad Blanca” tiene un sinfín de historias por contar y que me obliga a estar como un radar para recibir y conocer de ella.

Empiezo probando las carantantas, delicias del maíz típico de las regiones andinas, orgullo de los payaneses y envidia del resto del mundo.

Camino con la nostalgia de la historia a mis pies y la curiosidad en mi cabeza.

Me encuentro con un desfile de cúpulas religiosas distantes y dicientes.

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