No tenemos el mismo prisma, pero ni aquí, ni en la China, ni en Albacete.
Que me olvide, que otras manos me encuentren, más vieja y más usada, pero tan impaciente como siempre.
Qué gustazo sacudirse el polvo del Sahara, acumular el olor de la reconciliación y zancadas de valiente verdad. Saltos, impactos, acepto patadas, ninguna bala, mi color saturado por el sol de El Congo, abrasada.
Me gustaría ser recordada como la mochila que no quería ser turista, sino corresponsal de paz, sólo de paz.
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