Fue un viaje a China, que comenzó en el Monte Huan, una de las cinco montañas sagradas del taoísmo, en el que visité a un viejo sabio que me inició en su sabiduría secreta. Luego me trasladé al Monasterio de Shaolín, donde aprendí artes marciales tradicionales.
Acabé en Pekín, en el Parque del Templo del Cielo, donde conocí a un Gran Maestro de Tai Chi, con el que practiqué semanas enteras, bajo un estricto régimen que me permitió profundizar en el arte. Volví transformado internamente.
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