En su día recibí como consejo que conservase aquello que me hiciese feliz. Abro los ojos y allí está inmóvil, retándome a que juegue. Sostengo su base comenzando a darle vueltas mientras mi dedo señala un punto parándola en seco, y me sorprendo al seleccionar el mismo destino: el viaje que nunca he hecho. Un país de contrastes, donde estanques y flores de loto dan paso a la perfección, donde el mármol resplandece mientras recuerdo la historia de amor del Taj Mahal que mi abuela me contó.

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