Se derramó al café violentamente, y un denso tsunami de oscuridad avanzaba por el mármol blanco hacia el borde de la encimera. Mientras las gotas caían despacio, como el tiempo en un reloj de arena, tu mirada, por un leve instante, pareció regresar de la involuntaria aventura octogenaria. Sonreíste con la mirada, como antes, feliz e ingenua por haber descubierto tu antiguo mundo. En un viaje de centésimas de segundo, el aroma eterno del café nos trasladó a la juventud olvidada.

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