Te vi acudir al aviso ofreciendo ventajas a quienes cambiaran su vuelo y tus ojos ganaron la partida a mi impaciencia por embarcar, por fin, hacia el lugar de mis ensoñaciones adolescentes.
Hablaste de aceptar un vuelo a otro destino y respondí con una sonrisa cómplice.
Al día siguiente, ¡Hace tantos años! al contemplar tu perfil sobre la almohada, ni recordaba el nombre del lugar al que nunca fuimos, pese a prometérnoslo tantas veces desde entonces.
Siempre me alegré de cambiar aquél pasaje.
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