Varados en el andén sus 18 años recién cumplidos, Andrea repasó mentalmente el contenido de la mochila que arrastraría por media Europa:
Billetes, muda para una semana, dinero en efectivo, tarjeta de crédito. Un par de bocadillos, documentos de identidad… Y lo más importante de todo:
Algo para escribir.
Algo para leer.
Y un millón de sueños.

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