Me gustaría poder recorrer inadvertida el norte de África, sentarme en una tetería árabe y escuchar la llamada al rezo que, sin saber por qué, me llegaría al alma cuestionándome mis propias creencias. Me llamarían la atención unos ojos negros de infinitas pestañas y piel caramelo. Recorrería los bazares llenos de olores y colores que exaltarían mis sentidos. Me sentiría transportada a otra época y en el fondo de mi sabría que parte de mi ha pertenecido siempre a ese lugar, a esas gentes.

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