Nunca había estado en el cementerio aunque mi abuela llevaba treinta años allí. Cuando conseguimos encontrarla, nos llamo la atención el gran árbol que crecía vigoroso frente a su escueta tumba. Pronto comprobamos que era un extraño rosal ya muerto pero cubierto por las plantas vecinas. Ana quiso arrancarlo, pero la contuve. Primero tenemos que hacer un viaje a nuestros orígenes y conectar con nuestro árbol. Empezamos en Vitoria y después Argentina, la tierra perdida – abuela nos vamos de viaje-

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